Última tarde con Marsé
Debe haber sido por allá por los inicios de la década de los setenta del siglo pasado, cuando comencé a coleccionar la serie de publicaciones de la Biblioteca Salvat que semanalmente llegaba a mi ciudad. Estoy hablando de cien ejemplares que fueron llegando regularmente los viernes de cada semana al lugar donde los adquiría. De aquellos años recuerdo haber leído casi todos los títulos que se editaban, uno a uno los tomaba y comenzaba a leerlos con especial interés, aspiraba ir al mismo ritmo con el que llegaban a la librería local, sin embargo, como era de esperarse, eso no fue posible. Al final alcancé a leer sí, muchos, mientras que a otros los fui dejando, y con el correr de los años, los fui leyéndolos en varios momentos de mi vida. Ya finalizando la serie, con el número 96, me encontré con Ultimas tardes con Teresa, la novela de Juan Marsé, el escritor que hoy ha fallecido a sus 87 años. La leí de un tirón, no sabía nada su autor, así que comencé a leerla porque su nombre me llamó la atención. Para aquel momento con igual interés seguía los sucesos políticos de mi país, y como todo aquel que ingresa a su primera juventud, donde los desafíos a los convencionalismos no se hacían esperar, la novela por esa aire contestario, irreverente, constituyeron en principio el atractivo literario que me sedujo, luego, con los años, vendrían las acotaciones narrativas, las valoraciones que solo la madurez puede engendrar.
Más tarde he sabido que Juan Marsé escribió la novela en París, que luego de una militancia comunista pasajera, se decantó por una perspectiva, ciertamente critica de la sociedad, pero no dogmática ni sectaria, y que Últimas tardes con Teresa nace en dicha ciudad a partir de su experiencia como profesor de español.
Durante una entrevista concedida en 2006, Juan Marsé contaba el origen de la misma asimilándola a un latido, a ese instante inesperado, diría yo, que los escritores sentimos a partir de una imagen. Así señaló en dicha entrevista:
"Surgió cuando estaba en París, en 1960. El primer latido ocurrió a raíz de unas conversaciones con unas chicas francesas a las que se suponía que yo daba clases de español. Nos reuníamos una vez a la semana, y una de ellas se llamaba Teresa, hija de un pianista. Una muchacha guapísima en una silla de ruedas. Me escuchaban, les contaba cosas de Barcelona, de mi barrio, y noté en ellas una atención especial. Ese fue el germen de la novela. Capté que despertaba en ellas cierta fascinación por el arrabal cuando les hablaban de mis juegos infantiles en el Monte Carmelo con los chavales de cabezas rapadas, hijos de los inmigrantes del sur..."
Hoy se ha ido Juan Marsé, ahora cuando escribo estas notas, comprendo que es mi última tarde con el autor que descubriera hace 48 años atrás. Gracias por tanto, Juan.
Edinson Martínez
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