Los éxitos del destierro
Milan Kundera, in memoriam
Por Edinson Martínez
@emartz1
Milan Kundera ha
tenido una larga vida, muere a los 94 años, en París y no en Praga, como antes
apuntamos, tal vez por aquella razón que Joaquín Sabina menciona en una de sus
canciones al decir “que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de
volver”. En la hoy república checa, transcurrió una parte importante de su
vida, allí publicó su primera novela y fue testigo excepcional de todas las
vicisitudes relacionadas con los acontecimientos políticos que mantuvieron a su
país en el ojo del huracán durante las confrontaciones del Este y Oeste, en el
contexto de la llamada Guerra Fría.
Poseedor de un
estilo cuestionador, de aquellos que suelen buscar a menudo las cinco patas al
gato con sus conjeturas filosóficas, con frecuencia deja a sus lectores
cavilando sobre aspectos cruciales de la vida aceptados comúnmente como
certezas inconmovibles, cuando no, sin detenerse a pensar en la intrascendencia
de otros, perturba e incordia con ingenio, la presencia cotidiana de la
trivialidad en la existencia humana; la risa, el humor, las ironías de las
casualidades, por ejemplo.
Afiliado al
Partido Comunista en 1948, fue expulsado en 1950 y readmitido en 1956, y
nuevamente expulsado más adelante. Fue acusado de traidor, y las consecuencias
en su vida se manifestaron mediante un veto permanente para ganarse la vida
como profesor y escritor, viéndose obligado a sortear los acosos políticos con
trabajos particulares como profesor o tocando jazz en el piano en aislados
locales de los suburbios.
La broma, con su singular estilo irónico, pleno de
un humor satírico, describe cómo eran las vidas del entramado comunista checo
en los años del estalinismo a partir de una historia de amor, en donde una
simple broma es incomprendida en un “mundo que perdió el sentido del humor”. La
incompatibilidad entre el totalitarismo y el sentido del humor culmina en una
tragedia, el protagonista hace una broma sobre el optimismo comunista citando a
Trotski, y como consecuencia es expulsado de la universidad, sus compañeros le
retiran el saludo, se le cierran todos los caminos y termina condenado a
trabajar en las minas, donde conocerá el amor.
La broma fue una de sus novelas de mayor éxito, traducida
a 21 idiomas. En Francia, para aquel momento, poetas importantes como Louis
Aragon, calificó la obra como “una de las mayores novelas de nuestro siglo”.
Este modo de
tratar asuntos que, en el contexto histórico en que se desarrollaron devinieron
en tragedias, es recurrente en varias de sus obras, con ello, desde la sátira,
desvela las perversidades del totalitarismo, así lo muestra, por ejemplo, en El libro de la risa y el olvido, cuando
describe, en su espectacular narrativa, el descabellado proceder de un
liderazgo queriendo alterar la historia.
“En
febrero de 1.948, el líder comunista Klement Gottwald salió al balcón de un
palacio barroco de Praga para dirigirse a los cientos de miles de personas que
llenaban la Plaza de la Ciudad Vieja. Aquel fue un momento crucial en la
historia de la Bohemia. Uno de esos instantes decisivos que ocurren una o dos
veces por milenio.
Gottwald
estaba rodeado por sus camaradas y justo a su lado estaba Clementis. La nieve
revoloteaba, hacía frio y Gottwald tenía la cabeza descubierta. Clementis,
siempre tan atento, se quitó su gorro de pieles y se lo colocó en la cabeza a
Gottwald.
El
departamento de propaganda difundió en cientos de miles de ejemplares la
fotografía del balcón desde el que Gottwald, con el gorro en la cabeza y los
camaradas a su lado, habla a la nación. En ese balcón comenzó la historia de la
Bohemia comunista. Hasta el último niño conocía aquella fotografía que aparecía
en los carteles de propaganda, en los manuales escolares y en los museos.
Cuatro
años más tarde a Clementis lo acusaron de traición y lo colgaron. El
departamento de propaganda lo borró inmediatamente de la historia y, por
supuesto, de todas las fotografías.”
El libro de la risa y el olvido (1978).
Milan Kundera.
En los días
iniciales de la Revolución de Octubre, en 1919, circulaba una célebre
fotografía donde aparecía Lenin dirigiéndose a una multitud, arengándola en la
guerra contra Polonia, en ella aparecían León Trotski y Kamenev a su costado
derecho, al pie de unas escalinatas, más tarde, cuando Stalin se convirtió en
el sucesor de Vladimir Ilich Ulianov, la misma foto fue sustituida por otra
donde no aparece Trotsky ni Kamenev, pues fueron ellos sus contendores, sobre
todo el primero, para suceder a Lenin ante su fallecimiento prematuro. Entonces
aquel instante de la historia nunca fue real, la foto que todos vieron nunca
existió, y el verdadero instante a sembrar en la memoria colectiva sería el
creado por el estalinismo.
“Todas
las ideologías fueron derrotadas: sus dogmas fueron finalmente desenmascarados
como simples ilusiones y la gente dejó de tomarlos en serio. Los comunistas,
por ejemplo, creían que durante el desarrollo del capitalismo el proletario iba
a empobrecerse cada vez más, y cuando un buen día se demostró que en toda
Europa los obreros iban a su trabajo en coche, tuvieron ganas de gritar que la
realidad estaba haciendo trampas. La realidad es más fuerte que la ideología”.
La inmortalidad. (1989). Milan
Kundera.
Los escritores, y
en general, los intelectuales, siempre han sido un estorbo para el poder, quienes
lo detentan estarían más cómodos si no existieran; disfrutarían a sus anchas si
no hubiera gente que pensara, personas dispuestas a cuestionarlos en sus ejecutorias.
Daniel Ortega y señora, por ejemplo, estarían felicísimos si alguien llamado
Sergio Ramírez ya no fuera más nicaragüense, sino peruano, colombiano o
argentino, y, así liquidado el asunto de la intolerancia, pues no siendo un
connacional, ya no habría por qué tomarlo más en cuenta.
“No hay nada que exija un esfuerzo mayor del pensamiento que una argumentación que debe justificar el dominio del no pensamiento”.
La inmortalidad.
(1989). Milan Kundera.
Al radicarse en Francia comienza su etapa como profesor de literatura en la Universidad de Rennes y, posteriormente, ejerce como docente en la École des Hautes Études de París. “Me veo a mí mismo como uno de los últimos artistas de la gran cultura centroeuropea, que está a punto de ser masacrada. Porque lo que está pasando en Europa Central es precisamente la masacre de su cultura. Imagine que a principios de siglo la cultura centroeuropea era el verdadero centro de la cultura europea». Dijo en cierto momento a propósito de los acontecimientos políticos que tuvo ocasión de presenciar.
De su extensa obra
destaca La insoportable levedad del ser.
(1984). Quizás una de sus mejores novelas, aun cuando, La inmortalidad, es la de mi preferencia, es cuestión de gustos, claro
está, sin embargo, ambas están unidas por la impronta filosófica que le es tan
característica. En su narrativa suele plantear verdades que son obvias, y que,
por esa misma razón, muchas veces pasamos por alto.
“El
hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene
modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas
posteriores”.
La insoportable
levedad del ser. (1984). Milan Kundera.
En otras palabras, siempre vivimos los humanos en la incertidumbre, sin ningún libreto a disposición del cual echar mano para experimentar el desafío de vivir. Solo conocemos la vida misma, viviéndola.
Así tenemos,
entonces, que, el escritor y disidente incansable, así como es capaz de maravillarnos
con sus trabajos a través de la descripción literaria de episodios históricos,
del mismo modo, consigue sorprendernos con sus ingeniosas abstracciones
existenciales, tomadas en perspicaz observación de la cotidianidad que, por su
permanente presencia en la vida, terminan por ser inadvertidas como temas
literarios.
“Ser
mortal es la experiencia humana más esencial y sin embargo el hombre nunca fue
capaz de aceptarla, comprenderla y comportarse de acuerdo con ella. El hombre
no sabe ser mortal. Y cuando muere ni siquiera sabe estar muerto.”.
La inmortalidad.
(1989). Milan Kundera.
“[…]
cuando amamos a alguien no lo podemos comparar. La persona amada no es
comparable. Aunque amemos a A y a B, no podemos compararlos, porque al
compararlos ya dejamos de amar a uno de ellos.”.
La inmortalidad. (1989). Milan Kundera
En 1982 Milan Kundera visitó España para presentar su obra El libro de la risa y del olvido, esa fue su primera publicación fuera de su país de origen. En ella relata una historia de exilio que contiene la experiencia trágica de Praga y la vida en el mundo occidental. En aquel entonces aseveró lo siguiente:
“Si
algo detesto es la literatura de tesis, comunista o anticomunista, es igual. No
me siento cómodo en el papel del disidente. No me gusta reducir la literatura y
el arte a una lectura política. La palabra disidente significa suponerle a uno una
literatura de tesis, y si algo detesto es precisamente la literatura de tesis.
Lo que me interesa es el valor estético”.
Tomado de https://www.eldebate.com/
Vivir en el destierro, en otra parte del mundo que no es el propio, es en cualquier sentido un tránsito al desarraigo. Nuestro planeta está lleno de destierros, de diásporas por causas políticas o conflictos militares –que no es lo mismo pero es igual, si tuviera que decirlo Silvio Rodríguez–, de éxodos por inclementes fenómenos naturales, por hambrunas, epidemias, y por otras inenarrables causas, y siempre en esas marchas precipitadas, una historia de vida queda suspendida, a veces es para bien, en arreglo a la relatividad que todas las cosas tienen, y otras veces para prolongar las agonías de las que se huye. En todo caso, cada vida es única, y sus logros, en otros cielos duro han de bregarse.
“–Estoy
muy contenta de que lo hayas conseguido. Aquí hubieses sido toda la vida un
sujeto sospechoso. Ni siquiera te permitían hacer tu trabajo. Y, sin embargo,
se pasan la vida dando sermones sobre el amor a la tierra natal. ¿Cómo se puede
querer a una tierra en la que no te dejan trabajar? Yo te digo que no siento
ningún amor por mi patria. ¿Crees que hago mal?
[…] –Los
recuerdos tristes también lo atan a uno.
–¿A qué lo atan? ¿A quedarse en el mismo sitio
en el que nació? No entiendo cómo alguien puede hablar de libertad y no
librarse de semejante carga. Es como si el árbol pudiera tener su hogar en un
sitio en el que no puede crecer. El hogar del árbol está allí donde encuentra
humedad para vivir.”.
La despedida
(1986). Milan Kundera.
Los venezolanos somos en el presente uno de los países con mayor cantidad de connacionales atravesando fronteras de otros países, muchos de ellos aventurándose en territorios jamás imaginados, desempeñando oficios en otras naciones para los cuales no fueron formados ni estuvieron en sus horizontes ejercerlos. Algunos de ellos probablemente no regresen, tendrán otras vidas, formarán sus familias y se establecerán con nuevos lazos que les atarán en otra realidad personal. Ojalá surjan de esa masiva aventura de paisanos desplazándose por tanto lugares, muchos Kunderas para dejar en buen sitial el país que nunca imaginaron abandonar, en esos casos, ya nos tocará hablar de los éxitos del destierro.