Lago adentro
“No soy ecologista
por los animales. Soy ecologista por las personas".
Jacques-Yves Cousteau.
Edinson Martínez
@emartz1
Desde 1972, hace ya casi 44 años -que uno los escribe de modo tan elemental con dos solitarios dígitos y por ello parecieran irrelevantes-, el tema del medio ambiente viene siendo noticia de primer orden en todo el planeta. En la distancia del tiempo de aquellos días, tormentosos y revoltosos que recuerdo, el mundo se sorprendió con la tragedia del avión uruguayo estrellado en las cumbres andinas. Tengo aún fresco en mi memoria esta época en que se incorporaba como una novedad en colegios y liceos hacer investigaciones sobre asuntos relativos a la contaminación y la ecología, se insertaba entonces por primera vez en nuestros deberes escolares las preocupaciones medioambientales de modo sistemático y permanente. Pero como antes refería, al inicio del último trimestre del año citado, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, se perdió con sus ocupantes durante setenta y dos días entre las heladas alturas de la cordillera de los Andes. Fue una noticia tremenda porque el avión trasladaba al equipo de Rugby del colegio Stella Maris de Montevideo hacia Santiago de Chile, como es natural suponer, se trataba de un grupo de jóvenes y animados deportistas que justamente se dirigían a una competencia deportiva en otro país. De este hecho terrible e inenarrable, no obstante la cinematografía que siempre suele ocuparse de estas cosas, una vez conocida la increíble historia de los sobrevivientes, el mundo quedó boquiabierto, pasmado, de todo cuanto hicieron estos muchachos para permanecer con vida. Tiempo después, se hizo una película, que de vez en cuando aún puede verse en la cartelera televisiva. En esos días, la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 2994 designó el 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente. Para esa misma fecha, me refiero a 1972, el entonces presidente de Chile, Salvador Allende, visitó -creo que por única vez- nuestro país, era para esta ocasión primer mandatario nacional y casi culminando el quinquenio gubernamental, el Dr. Rafael Caldera. Traigo a referencia en esta breve crónica, la visita de Allende, porque revisando –ahora gracias a la inmediatez que nos permite la internet- el contexto histórico de aquellos años, que ya antes he calificado como tormentosos, y que mejor sería decir rebeldes, me encontré con una entrevista radial al expresidente chileno -en radio Portales, de Santiago de Chile-, supremamente interesante que vale la pena compartir con ustedes. En dicha entrevista, muy extensa por cierto, este culminaba su conversación con unas sabias e interesantes palabras, muy a tono con los tiempos, también tormentosos, dramáticos, pero sobre todo, desafortunados, que ahora nos toca vivir. Las cito textualmente porque en verdad no tienen desperdicio.
“…Este es un país de gente joven y hay que decirle a la gente joven que tiene que comprender, que para poder hacer que un país progrese se necesita trabajar más, estudiar más, producir más. A mí, no me impresionan los revolucionarios verbalistas que son malos estudiantes, malos obreros, malos dirigentes, yo creo que la primera lección es, de un revolucionario, dar con su ejemplo la posibilidad que otros sigan su ejemplo. Por eso he repetido tantas veces qué buena frase escrita por un estudiante en la muralla de una Universidad de París "La revolución comienza por las personas antes que por las cosas" Y eso es muy serio y muy profundo”.
Qué bueno sería lograr que quienes desde posiciones de gobierno en nuestro país, pudieran hacer suyas estas reflexiones finales del admirado y recordado mandatario sureño.
Ahora bien, retornando al tema ambiental -una vez hecha esta mirada por la especie de hendija inventada por este servidor en la ventana de la historia-, muy oportuno para hoy 5 de junio, hemos de registrar que Venezuela se encuentra en una situación muy grave desde el punto de vista ecológico. Creo que bastaría pasearnos por dos casos emblemáticos. El primero de ellos referido a la barbárica explotación del oro en el sur del país, de la que solo se tienen noticias fiables por vía de reportajes periodísticos extranjeros, en unos casos, y en otros por medio del testimonio de algún valiente que arriesga su pellejo al hablar de los daños ambientales en la región, es a todas vistas una muestra viva de todo lo que es capaz la ruindad humana, una depredación de pocas comparaciones en el mundo. Dicha destrucción, que a referencias y explicaciones de terceros, luce como irreversible e irreparable en suelos, selva amazónica y ríos de esta privilegiada naturaleza, es en muy bien sentido el exterminio de un patrimonio ecológico de la humanidad por el cual somos responsables como nación.
El otro caso que hemos de agregar a la devastación ambiental nacional, y esta vez no tan lejos como en cierta manera nos pareciera el sur, es el mayor tributo a la indolencia ecológica que conoce el país, que en cámara lenta, pero persistente y arteramente ha evolucionado por décadas, sin tregua alguna, y a la vista de todos, sean autoridades públicas, y también, todo aquel ser viviente de esta comarca -permítaseme la expresión-, nos referimos al Lago de Maracaibo, el mayor reservorio de agua dulce del subcontinente, como todavía suele neciamente decirse.
Descubierto el 24 de agosto de 1499 por Alonso de Ojeda, tuvo la mala suerte de poseer en el subsuelo unas de las mayores reservas de petróleo del hemisferio, que luego de casi 100 años de explotación petrolera han convertido el lecho lacustre en un nido con más de 24.000 kilómetros de tuberías e instalaciones petroleras, conformadas en lo sustancial por gasoductos, oleoductos, tuberías diversas, cables, y cualquier otro inimaginable dispositivo necesario para la extracción del crudo. Para el 2013, según fuentes curiosas de oficio por cuenta propia, porque las gubernamentales guardan el secreto a titulo de misterio inescrutable, del lago se extraían unos 700.000 barriles de petróleo por día. Lago adentro se generaban unos quince derrames de crudo al mes, estos sí registrados oficialmente por el Ministerio del Ambiente, pero de los cuales por sobradas razones y larga explicación dudamos de su cuantificación real, ameritando por ello una investigación de mayor rigor. Al propio tiempo, una cifra negra, que podría ser superior, consistente en el vertido de químicos, sustancias toxicas y derivados de hidrocarburos de diverso género es vertida habitualmente al lago, de ello no existen registros oficiales, entre otras razones por la limitada capacidad operativa de los entes encargados de la vigilancia ecológica, y también, porque su manifestación no es visible en la superficie lacustre de modo inmediato y extensivo, simplemente va al fondo… Lago adentro.
A todo lo anterior tendríamos que sumar las descargas de aguas servidas sin tratamiento alguno que se vierten de las poblaciones asentadas en ambas costas del Lago de Maracaibo. Las plantas de tratamiento de aguas servidas de la cuenca del estuario, durante estos años, mas de década y media, buena parte de ellas han sido paralizadas y a medio construir, otras abandonadas a su suerte por el precario mantenimiento, y el resto, un proyecto engavetado de incierto porvenir.
Creo compartir con muchos paisanos de mi generación aquellos recuerdos de la niñez en que las vacaciones escolares, o algún fin de semana fuera de la rutina laboral de nuestros padres, en los que las visitas a las playas del lago eran un verdadero gozo familiar. Los hermanos, y en mi caso, mis primos más cercanos también, disfrutamos aquellas aguas tan gratamente que ahora puedo afirmar que son aquellos días parte de los momentos más felices de mi infancia. Es una pena advertir ahora que fuimos prácticamente casi los últimos en disfrutarlas a plenitud.
Este lago que una vez inspirara a tantos poetas zulianos por sus cristalinas aguas, por su sabor salobre, por la calidez de su abrazo al sumergirnos en ellas, es ahora un gigantesco pozo séptico cuyas aguas verdosas y oleaginosas bañan nuestras costas en lo que pareciera un deterioro sin retorno. No habría que ser un conocedor profundo del tema para afirmar que el agua del lago ha perdido su capacidad para sostener vida. Desde hace 44 años hablamos del tema, hace tanto tiempo, y qué tan poco hemos logrado Lago adentro.
Ciudad Ojeda, 5 de junio de 2016
Nota: Algunas de las fotos de este artículo fueron tomadas por el suscrito en las costas de Cabimas, estado Zulia.