Si hay un poeta vivo perseguido por uno de sus poemas, ese es Rafael Cadenas. El poema se llama “Derrota”, un hito de la literatura latinoamericana, y el poeta venezolano lo escribió con 32 años. Ahora tiene 84 y sonríe tímidamente cuando se le pregunta si está cansado de aquella letanía que parece perseguirle, que arranca “Yo que no he tenido nunca un oficio / que ante todo competidor me he sentido débil / que perdí los mejores títulos para la vida / que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)...” y que sigue retratando en primera persona a alguien que creía que su padre era eterno, que fue “humillado por profesores de literatura” y “abandonado por muchas personas porque casi no hablo” o que tiene “vergüenza por actos que no he cometido”.
Cadenas, un tímido más sigiloso que silencioso, toma el libro que el periodista ha puesto en la mesa, sobrevuela los versos como si fueran de otro y concluye: “Cansado no estoy, pero ese poema hoy no me refleja. Lo escribí en medio de una crisis personal... bueno, una depresión. Si gustó tanto fue porque coincidió con la situación política de los años 60 y la consolidación de la democracia en Venezuela con Rómulo Betancourt”.
Premio Nacional en su país en 1985 y Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en Guadalajara (México) —el antiguo Juan Rulfo— en 2009, Rafael Cadenas está en Madrid para leer hoy sus versos en el festival de poesía Poemad y para participar el martes en un coloquio sobre su obra en la Casa de América. No le importa viajar —vive en El Hatillo, en el área metropolitana de Caracas— pero le gustan poco las entrevistas. “No tiene nada que ver con los periodistas”, aclara. “Es que no me acostumbro al aparato”, dice señalando la grabadora encendida. “Mejor charlamos, usted toma nota y luego mejora lo que le yo diga”. En breve, de hecho, publicará un libro de entrevistas —“pero la mayoría las respondí por escrito”— al tiempo que ultima un nuevo libro En torno a Basho y otros asuntos. Lo publicará Pre-Textos, el sello que editó en España en 2007 las más de 700 páginas de su Obra entera (antes publicada por Fondo de Cultura Económica en México) y que hace dos años hizo lo propio con Sobre abierto, su último título hasta la fecha.
“No desdeñes nada. / La rana le dio a Basho / su mejor poema”, se lee en aquel libro. El nuevo, dice Cadenas, sigue por ese camino: reflexiones sobre el maestro japonés del haiku y, como reza el título, “otros asuntos”. ¿Cuáles? “Veremos qué sale. Sobre abierto está muy pegado a la vida cotidiana, pero hay un lado mío muy cercano al pensamiento. Como decía Antonio Machado, los grandes poetas son metafísicos fracasados y los grandes filósofos, poetas que creen en la realidad de sus poemas”.
Rafael Cadenas es autor de clásicos como Los cuadernos del destierro (1960) y Falsas maniobras (1966), el libro que incluye “Derrota”-. Les siguieron Intemperie, Memorial (ambos de 1977), Amante (1983) y Gestiones (1992). “Ya sé que ese título parece de libro de administración”, explica el poeta, “pero hablaba de otras gestiones, psíquicas”. Y añade: “Uno no sabe por qué escribe lo que escribe, yo no sé qué ha sido para mí lo que la rana fue para Basho, lo que sé es que he ido perdiendo ¿cómo llamarlo? ¿exuberancia?. Bastante misterio hay en la vida cotidiana”. Lento y lacónico, con maneras de sabio —equilibrista de llamó a sí mismo en un poema—, Cadenas mide cada palabra y usa los hombros y las cejas para acompañar sus respuestas. Tal vez por eso —“para no ser pretencioso”— prefiere decir misterio que trascendencia, pensamiento que filosofía y dichos que aforismos.
Dichos se llama, precisamente, el libro que lleva encima como el que va a un examen más que a una entrevista. Lo abre y lee: “Cuántas utopías derrumbadas. Eso te abrió los ojos. Agradécelo”. Es más que una frase lapidaria tratándose de alguien cuya militancia comunista contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez le llevó siendo un veinteañero a exiliarse en la isla de Trinidad. “Está a 30 kilómetros de Venezuela. Se puede llegar en una lancha”, cuenta quitándole dramatismo a un hecho que dio lugar a su libro más famoso, el citado Los cuadernos del destierro. “Al principio vivía de la ayuda de la familia; luego, dando clases en un colegio”. Pasó allí cuatro años, volvió a Caracas en 1957 y meses después cayó el dictador, “que era un dictador del siglo XX, ahora no son tan directos”. En 1958 publicaba La isla, un poemario que se abría con una cita del polaco Czeslaw Milosz: “Infeliz bajo la tiranía, / infeliz bajo la república, / en una suspirábamos por la libertad, / en otra por el fin de la corrupción”. ¿Por qué suspiran hoy en Venezuela? “En Venezuela se va reduciendo a diario el margen de libertad. El Gobierno cerró las televisoras de la oposición y ahora va por los periódicos críticos, que se están quedando sin papel para imprimir. Eso es intencional. Por eso insisto en defender la democracia pese a sus fallas. Claro que necesita reformas, pero las denuncias contra la corrupción solo tienen efecto cuando hay separación de poderes”.
Cadenas subraya que nunca ha tenido miedo de decir lo que dice —“a veces me insultan, pero nunca ha habido agresión”—, pero es escéptico sobre el papel social de un poema: “La poesía es todopoderosa e insignificante. Insignificante porque su influencia en el mundo es mínima. Poderosa por su relación con el lenguaje. La política vacía de sentido las palabras —democracia, justicia, libertad—, los poetas llaman la atención sobre ese vacío. Las palabras pierden su valor si no se corresponden con la cosa que designan. No es nada nuevo. Confucio lo llamaba ‘rectificación de los nombres’ y eso es un poeta: alguien que rectifica”.
El Pais