“Para todos los que por mi mente han pasado mientras escribo este fin del mundo”
Edinson Martínez
@emartz1
Si hoy es el fin del mundo, como tanto se ha dicho, probablemente nos lleguen esos
minutos finales tratando de hacer las cosas que nunca hicimos en toda una vida.
La mayor de las ironías será decir que nunca tuvimos tiempo para
ello. Habrá quienes escojan ir de compras por el
antojo postergado por años.
Viajar al destino soñado. Hartarse
de la comida preferida o simplemente estrenarse aquellos zapatos
reservados en el closet para la ocasión especial. El último momento
puede ser tan personal, íntimo y egoísta –en el mejor de los sentidos que ésta condición pueda tener–,
que dedicado enteramente a la satisfacción individual, hasta una aspiración colectiva expresada
por alguien singularmente, la convierte en “su” último deseo.
Por mi parte, hombre sin grandes propósitos mundanos, aprovecho para escribirte ésta cuartilla de pendejadas que sólo se le ocurren a uno cuando se imagina el fin de los tiempos. Decidí enviártela, hoy temprano, para que tengas tiempo de leerla antes de hacer lo que ya tienes dispuesto para tan valiosos instantes.
Hace un par de noches, mientras aguardaba que la electricidad retornara luego del apagón de rutina, me asomaba por la oscuridad de una ventana desde donde puedo ver caminar a las personas a cualquier hora del día. Siempre hay gente en las calles, no se qué hacen a horas y deshoras, pero siempre las veo ir de un lugar a otro. Algunas veces van deprisa; otras, a paso lento, como seres distraídos que llevan sus historias de paseo en cada madrugada. En el cielo lleno de puntitos que todos sabemos son cuerpos celestiales sin el resplandor de la luz eléctrica, como el de hace dos noches, me acordé de ti, de vez en cuando lo hago y simplemente es un destello fugaz en mi pensamiento.
Aquellos segundos -tal vez sea por la noche de estrellas,
el ocio cultivado mientras retorna la luz, los buenos momentos de la vida o
todas esas cosas a la vez-, mirando desde la oscuridad terrenal del pequeño lugar que ocupo en el
universo, se extendieron primero por unos minutos, y luego por un rato un poco más largo. Entonces, igual que
ahora, te siento una estrella lejana, como esos luceritos
destellantes que puede uno creer se encienden cuando los ve distantes en la
inmensidad. Se esconden entre las nubes y uno los vuelve a ver, sin tener la
certeza de que son los mismos de ayer. Este día me llevará escribiendo para ti sobre aquella
noche, desenfrenado para ganarle al tiempo que nos resta, comiéndome desaforado los puntos y
las comas en cada uno de los versos de ahora; están ellos perseguidos por el
hechizo de la medianoche que nos invade irremediablemente, especie de sentencia que atormentaba las horas felices de La Cenicienta -ahora comprendo la angustia de saber el tiempo que nos
queda-. Aquí dejaré mi devoción final. Si hoy es el fin del
mundo, aquí estaré frente al teclado, esperando como un rival ardiente, los minutos
culminantes de esta larga travesía que ha hecho de la
vida un sueño.
Nota: Este artículo, breve crónica,
escrita primero a mano por la ausencia de electricidad, y luego en
computadora, lo hice el 12/12/2012, en medio de lo que todos llamaban el
fin del mundo
2 comentarios:
Excelente!!! sumada a otras reflexiones y muchas huevonadas e inventos en cadena, nos dan otra visión de la vida y su existencia... Bueno para los diarios equilibrioinformativo.com y elpregon.net.
Saludos,
Amenhotep Planas Raga
Buenísimo!!
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