Por Edinson Martínez
@emartz1
Después de enumerar rápidamente
todo lo que un gobierno local debe garantizar a sus ciudadanos, y un poco
calzándome en los zapatos de quienes están al frente de satisfacer tales demandas,
una gran inquietud se me fue planteando sobre el cómo atender tantas
exigencias, cada día en constante crecimiento, por lo demás, en un escenario de
tan punzantes restricciones financieras.
En Venezuela el asunto se complica
aún más debido a la particular situación que vivimos, un periodo histórico que
abarca más de décadas signadas por una conflictividad política extrema que, si
acaso cambia de magnitudes en ciertos momentos, nunca ha dejado de estar
presente durante lo que en otro contexto significarían casi cinco periodos
presidenciales corridos. En este lapso se ha visto de todo en el país,
superando la capacidad de asombro que cualquier persona podría tener en su
vida…
Así, justo cuando intentaba dar
continuidad al párrafo anterior, una fluctuación eléctrica me dejó congelado
frente a la computadora. Entonces, con las ideas flotando en un limbo de rabia
e impotencia, acudí en seguida a un trozo de papel y un bolígrafo para impedir
que las ideas trabajadas con tanto esmero, de pronto se esfumaran como los
pájaros se le vuelan al cazador, cuando un imprudente con su inconsciente
torpeza, arroja una piedra sobre el coto de caza. Los pájaros, en efecto, se me
fueron, entre la desazón y el temor a que la computadora hubiera sido afectada,
apenas pude garrapatear algunas ideas en el papel que ahora trato de exponer.
Decía que la situación se complica en mayor medida para nuestras ciudades y pueblos porque, a diferencia del pasado, ya remoto, por cierto, las crisis económicas afectaban la capacidad financiera de los gobiernos locales de manera transitoria, la complejidad de la vida urbana era, además, mucho menor, y de algún modo las transferencias del gobierno central se realizaban sin mediar complicaciones políticas.
Cuando se inicia en Venezuela el
proceso de descentralización política y administrativa que crea la figura de
las alcaldías (1989), según Carlos Mascareño, el 77% de los municipios dependía
en más del 50% del situado que le era transferido, siendo estos en su mayoría
territorios con menos de 50.000 habitantes. Sólo cinco municipios de los
estudiados en el lapso 1989/1992 dependían en menos del 10% de las
transferencias. Esto nos indica que el financiamiento de los servicios públicos
más exigentes y las inversiones de gran escala, eran realizadas por el gobierno
central, mientras que la cotidianidad de algunos otros servicios públicos era
atendida por las autoridades locales con una relativa facilidad. Así que,
nuestras ciudades, consiguieron apuntalar su crecimiento intentando siempre
obtener la mayor cantidad de recursos para mejorar su capacidad de
gestión. Es una lucha inacabable cuando
los recursos son escasos y las necesidades múltiples.
La Venezuela de nuestro tiempo
tiene una muy particular característica: vive una crisis sistémica. Es un país
problematizado por un cataclismo multifactorial cuyo síntoma más evidente es la
ruina general, reflejada en términos estadísticos en el quiebre de todos sus
indicadores socioeconómicos.
Y creo que nadie cuando, por
cualquier motivo imaginábamos el futuro, habría podido sospechar que un país
tan pleno de potencialidades de todo género, en el primer tercio del siglo XXI,
cuando el resto del mundo se pasea por tantos otros temas relativos al progreso
humano, pudiera encontrarse en tan desafortunada circunstancia, con unas
ciudades incapaces de retirar las aguas servidas corriendo libremente por sus
calles, o las esquinas de ellas convertidas en basureros públicos con personas
escarbando en los desperdicios algún sobrante para remediarse la vida.
Ahora bien, dejando un poco al
margen la complejidad de nuestro momento histórico, intentemos tratar un
aspecto que a nuestro juicio es crucial para nuestros municipios.
Comencemos por decir que las
ciudades son áreas geográficas en las que se congregan las personas para
producir y generar riqueza de acuerdo a una determinada forma de organización
de la vida colectiva. Son, en definitiva, realidades urbanas donde se habita,
trabaja y comparte la vida, incluso generando una identidad.
En dos platos, sin una adecuada
provisión de recursos financieros es virtualmente imposible mejorar la calidad
de vida urbana.
En Venezuela, de acuerdo a la Constitución
Nacional (CRBV), los municipios se financian principalmente por dos vías: las
transferencias y subvenciones del gobierno central y los ingresos propios,
entre los cuales existen los de naturaleza tributaria, por una parte, y las
tasas por el uso de bienes o servicios, por otro lado, además de las derivadas
por sanciones y multas en el ámbito de su competencia.
En tal sentido, el artículo 179
de la CRVB establece lo siguiente:
Los Municipios
tendrán los siguientes ingresos:
1. Los procedentes
de su patrimonio, incluso el producto de sus ejidos y bienes.
2. Las tasas por el
uso de sus bienes o servicios; las tasas administrativas por licencias o
autorizaciones; los impuestos sobre actividades económicas de industria,
comercio, servicios, o de índole similar, con las limitaciones establecidas en
esta Constitución; los impuestos sobre inmuebles urbanos, vehículos,
espectáculos públicos, juegos y apuestas licitas, propaganda y publicidad
comercial; y la contribución especial sobre plusvalías de las propiedades
generadas por cambios de uso o de intensidad de aprovechamiento con que se vean
favorecidas por los planes de ordenación urbanística.
3. El impuesto
territorial rural o sobre predios rurales, la participación en la contribución
por mejoras y otros ramos tributarios nacionales o estadales, conforme a las
leyes de creación de dichos tributos.
4. Los derivados del
situado constitucional y otras transferencias o subvenciones nacionales o
estadales.
5. El producto de
multas y sanciones en el ámbito de sus competencias y las demás que le sean
atribuidas.
6. Las demás que determine la ley.
Visto el marco jurídico que da
soporte a la gestión fiscal en nuestros municipios, vale la pena detenerse en
un par de aspectos. El primero es que estando definidas las fuentes de
financiamiento, y dotándose a los gobiernos locales de potestades tributarias, la
consecuencia natural de tal previsión legal es la creación de una estructura
administrativa para la ejecución de dichas atribuciones.
El segundo, es el necesario,
quizás obligante, diseño de una política fiscal que sirva de fundamento
financiero para la gestión pública, mientras, al propio tiempo, se convierte en
un instrumento para potenciar las ventajas competitivas del municipio.
La ausencia de una política
fiscal en un gobierno local es el equivalente a dejar en la incertidumbre, o
propiamente al azar, la calidad del financiamiento de la inversión pública,
incurriéndose con ello en un lamentable coste de oportunidad con el que se
imputa el crecimiento económico de una jurisdicción local.
Según la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en América Latina, para el 2016, los
ingresos locales apenas cubren alrededor de un 30% del total del gasto de los
gobiernos municipales, frente a cerca de un 60% en los países de las economías
emergentes de Asia. De acuerdo a esto, nuestras ciudades, dependen principalmente
de las transferencias de sus gobiernos centrales, y eso no es cualquier cosa,
pues podría implicar retrasos en la construcción de las infraestructuras
necesarias, imprecisión en la definición de las prioridades de inversión, y, en
muy buena medida, una forma de control político sobre los entes locales.
Al comienzo de estas notas
señalé que en Venezuela para el periodo 1989/1992 el 77% de los municipios
dependía en más del 50% del situado constitucional, es decir que, en comparación
con la realidad señalada por la OCDE, nuestros municipios, se encontraban ligeramente
en mejores condiciones fiscales al inicio del proceso descentralizador que la
media de los países latinoamericanos.
La varianza estadística respecto
a la realidad de América Latina, muy probablemente se deba a que, en nuestro
país, los municipios tienen consagradas potestades tributaria distintas y
autónomas de las reguladoras que la Constitución y las leyes atribuyan al Poder
Nacional o Estadal, señalando en tal sentido, específicamente, los rubros de
naturaleza tributaria con que pueden gravar a los contribuyentes.
Valdría la pena estudiar cuánto
de ese comportamiento de las estadísticas se mantiene en el presente, incluso
realizar el análisis de la evolución histórica del peso de las transferencias
del gobierno central a los municipios y el correspondiente alcance de los
recursos propios percibidos por virtud de sus soberanías tributarias, para así
poder determinar, de acuerdo con cada momento histórico, cuáles han sido las
tendencias, al tiempo que correlacionar el comportamiento de los indicadores de
gestión con la capacidad financiera de los gobiernos locales. Así podríamos
saber si existe una relación directa entre el mejoramiento de los servicios
públicos y demás competencias municipales con la capacidad para generar
recursos propios.
Este aspecto es muy interesante
porque desde la administración central, durante todo el periodo que abarca el
proceso político iniciado en 1998, han existido diferentes políticas respecto a
las transferencias de recursos financieros a los municipios, por un lado, se han
acordado aportes más allá de los previstos por el situado constitucional, agregando,
en este caso, con base a leyes específicas, los aportes relativos al FIDES,
LAES y Fondo de Compensación Interterritorial, para impactar así la capacidad
de gestión local.
Al mismo tiempo, se han creado
aportes directos a organizaciones comunales y sociales de diversa índole que,
ciertamente, no han tenido una relevancia significativa en la atención a las
complejidades de nuestras ciudades, sin embargo, no por ello deben soslayarse.
Pero, así como durante un
periodo se incrementaron las transferencias, posteriormente, en otros momentos,
se derogaron varias de las leyes que las hacían posible, y más recientemente,
se ha procedido con la aprobación de una controversial ley limitando las
potestades tributarias de los entes locales.
El sentido común nos indica que,
debido al colapso económico, los municipios en el presente son más dependientes
de los aportes centrales que nunca, reduciéndose así sus capacidades de
financiamiento con recursos propios.
Este proceso ha contribuido a
que las ciudades se empobrezcan, se arruinen, impidiéndoles la posibilidad de
estar a la altura de las expectativas de sus ciudadanos, porque no pueden
garantizar un desarrollo sostenible, perdiendo así oportunidades, debilitando
sus ventajas competitivas y depreciando con el tiempo el valor en metro
cuadrado del patrimonio inmobiliario de sus residentes.
Ahora bien, no obstante, lo
expresado, tenemos el reto de impulsar municipios y ciudades, aún en el
escenario adverso y complejo que domina el presente, capaces de ofrecer a su
gente razones para vivir en ellas, donde las personas las escojan por sus
bondades urbanas y concepto humanista, en especial, este último aspecto, en un
mundo donde el horror del cambio climático comienza a dibujar una nueva
convivencia urbana. Las ciudades son espacios para vivir y garantizarse los
medios que satisfagan las necesidades de las personas. Son organismos vivos para
producir y generar riqueza en cuya dinámica compiten para atraer inversiones.
Asimismo, las ciudades son
espacios para el desarrollo de la creatividad, del ingenio colectivo, donde
unas personas deciden invertir en proyectos de carácter estrictamente
económicos y también de vida para convivir junto a otros. Las personas aspiran
tener, cerca de sus lugares de trabajo, viviendas y espacios para el disfrute y
la recreación. No pareciera ser una gran cosa, pero es un importante reto a la
gerencia pública de las ciudades.
En abril de este año en la
ciudad de Denver, en Estados Unidos, se llevó a cabo la Primera Cumbre de
Ciudades de las Américas, de este encuentro representantes del BID señalaron
algunas de las características más resaltantes de las ciudades en América
Latina, entre ellas, por ejemplo, indicar que ocho de cada diez personas viven
en áreas urbanas, obligando a los gobiernos locales a incrementar en cortos
tiempos las inversiones en infraestructura y servicios para los ciudadanos, con
unas restricciones fiscales tan evidentes, como lo es el hecho de que
administraciones municipales dependen de las transferencias centrales en un
promedio ponderado del 56% de sus ingresos.
De ahí, que una de las
inquietudes principales de la cumbre fue plantear la necesidad de buscar
fuentes alternativas de financiamiento para evitar el colapso de las ciudades. De
todos los que se mencionaron, a nuestro juicio, tres de ellos podrían considerarse
en nuestro país, el primero sería aumentar la base tributaria a fin de reducir
la evasión fiscal, esto implica modernizar y actualizar, con las
automatizaciones debidas, el padrón de contribuyentes, con particular énfasis,
en los rubros de impuestos sobre actividades económicas y propiedad
inmobiliaria. En segundo lugar, privilegiar el impuesto inmobiliario como
referencial tributario dado el potencial catastral que representa. Y, en tercer
aspecto, desarrollar zonas especiales para el asiento de inversiones privadas,
ofertando un portafolio de beneficios, una vez que se determine rigurosamente
cuáles son las ventajas competitivas que cada municipio o ciudad posee, a fin
de ofertarlas sin divagaciones en el mercado. En tal sentido, las autoridades locales
han de considerar la posibilidad de crear un despacho únicamente para realizar
el Marketing promocional ante ruedas
de negocios, expo ferias de industriales y todas aquellas instancias en donde
pueda considerarse la expansión de negocios.
“Las ciudades que realmente
prosperan a largo plazo son las que tienen la energía y la capacidad y la
infraestructura para seguir reinventándose”. Eso dijo uno de los expertos a
cargo del diseño de la ciudad del futuro conocida como La Línea en Arabia Saudita.
3 comentarios:
Excelente análisis muy puntual Sldos amigo
Muy acertada apreciación y desglose específico del conocimiento de infraestructura urbana ..sugiero atender la necesidad de la Ciudad a colocarla en manos tuyas..para próximas elecciones.
Excelente artículo, debes promoverlo a través de una conferencia en las Alcaldías.
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