¿Dios
es el culpable?
Marcelo
Morán
Llegué a Ciudad Ojeda a
mediados de 1990 en busca del sueño redentor que ofrecía esta tierra de Gracia a
todo el que la adoptaba como suya. Allí crecieron y estudiaron mis hijos. Siempre
me llamó la atención su origen, y ahora,
que se ha desatado una controversia por el cambio de nombre, he recordado lo
que ocurrió con el topónimo Maracaibo o Maalakaiwou (el cascabel nos acecha en
lengua wayuu) cuando pretendieron suplantarlo en los primeros años de la
Conquista.
En 1529 llegó el alemán
Ambrosio Alfinger a fundarla, pero Maracaibo siempre se llamó Maracaibo desde
tiempos inmemoriales. Luego en el mismo afán, desfiló el conquistador Alonso Pacheco para refundarla
a sangre y fuego en 1569 con el nombre de Ciudad Rodrigo.
Después en 1573, apareció
Pedro de Maldonado y con la misma saña de su predecesor impuso el nombre Nueva Zamora. Todos esos topónimos;
colocados a punta de espada sucumbieron ante el arraigo del nombre aborigen que
se ha mantenido incólume a lo largo de
cinco siglos. Así mismo, recuerdo la suerte del nombre de la urbanización “La
Marina” en Maracaibo, donde viví mi adolescencia. San Jacinto era el nombre de una granja que existía
desde el siglo XIX y fue expropiada por
el gobierno de Rafael Caldera en 1970 para construir la urbanización “La
Marina”; la más grande de Venezuela en esa época. El nombre La Marina solo
quedó en los registros de la gestión gubernamental, pues nadie lo recuerda hoy.
El nombre de la vieja granja se impuso,
y ese inmenso complejo urbanístico ubicado al norte de Maracaibo continúa llamándose
San Jacinto después de cincuenta años.
Traigo esto a colación porque es difícil desarraigar
de la conciencia popular un nombre, sobre todo, si se ha mantenido en boga durante
ochenta y dos años. Todo porque Alonso de Ojeda era un conquistador genocida. Los
conquistadores que registra la historia cometieron genocidios, atrocidades para
coronar sus ambiciones. Los babilonios ocuparon y esclavizaron en varias
ocasiones al pueblo hebreo. Estos, en tiempo de Abraham y Josué, también guerrearon
para conquistar la Tierra Prometida. Alejandro Magno fue el más grande
conquistador del mundo antiguo, luego siguieron los romanos, árabes, cruzados,
Gengis Khan, otomanos, españoles, etc.
En ese catálogo hay que incluir también a los
amerindios. Los mayas, los aztecas, los incas, fueron conquistadores y
cometieron genocidios contra pueblos más débiles. Los caribes sometieron y esclavizaron
a los taínos. Aquí en el Zulia, los cocinas se impusieron sobre los wayuu,
tiempo después, estos últimos se reivindicaron y exterminaron a los cocinas.
Luego los wayuu en complicidad con los alíjunas, (extraños) sometieron a sus mismos hermanos para
venderlos como esclavos a las haciendas del Sur del Lago de Maracaibo adonde
eran herrados como bestias. Esta infamia fue retratada con la claridad de un sol en novelas
como “Sobre la misma tierra” de
Rómulo Gallegos y en “Los dolores de una
raza” del escritor wayuu Antonio Joaquín López.
¿Entonces a quién hay que
culpar porque la capital del municipio Lagunillas lleve el nombre de un
conquistador español del siglo XVI? En
primer término al general Eleazar López Contreras, porque decretó su fundación
el 19 de enero de 1937. Pero ¿qué razones llevaron a este lúcido venezolano a
tomar semejante determinación? Lúcido, porque era el militar mejor formado de
los 70 gochos que acompañaron a los compadres Cipriano Castro y Juan Vicente
Gómez en su empresa de derrocar a través de la Revolución Restauradora al
presidente de la época, general Ignacio Andrade (1899). López Contreras llevó con
sabiduría la transición que deslastraba la barbarie gomecista y plantaba
Venezuela en la senda de un mundo moderno que prometía grandes cambios tras la aparición
del petróleo. El general era
historiador, y como historiador conoció las correrías de Alonso de Ojeda.
¿Entonces, qué antecedentes valoró en él para honrarlo de esa manera? Una nueva
urbe para reubicar a los centenares de sobrevivientes del incendio del 13 de noviembre
de 1939 pudo haberse llamado: Ciudad Fénix, porque resurgió de las cenizas.
¿El general tuvo acaso un
desliz al considerar el pasaje histórico en el que Américo Vespucio comentara a Ojeda el parecido
de los palafitos de Maalakaiwou con los edificios de la vieja Venecia y diera lugar
al topónimo Venezuela? ¿O tomara en cuenta el hecho de que fue Ojeda quien
estableció los límites de la gobernación de Coquibacoa y servirían de fundamentos para crear en 1777 la
Capitanía General de Venezuela? ¿O el general valoró el casorio del
conquistador con una joven wayuu de Castilletes, llamada Palairra (del clan
Jinnu); con la cual se iniciaba el mestizaje en América? Es posible, y serían las únicas razones.
Sobre ese tema existe un jayeechi (canto épico) que narra cómo
los wayuu evaluaron la llegada de Alonso
de Ojeda a Wawali: un paraje costanero perteneciente hoy a la Guajira
colombiana al oeste de Castilletes. Dice
el canto juglaresco –de más de quinientos años–
que, Palairra; bautizada después en España con el nombre Isabel, se enamoró a primera vista del barbudo y huyó con él a bordo de la montaña flotante acompañada
de otros familiares. Palairra era mujer del poderoso cacique wayuu Coquiway,
del clan Epinayú, quien abatido por el peso de la deshonra, prometió venganza.
El nombre Coquiway, daría luego origen al topónimo Coquibacoa, de mucho arraigo
en el Zulia.
Dice la historia
que, Alonso de Ojeda tuvo una vida marcada por la miseria. Antes de morir,
pidió a sus paisanos capuchinos que lo enterraran en la entrada del convento de
San Francisco donde se hallaba refugiado, para que todo el que franqueare el
umbral pisase su tumba. Él quería expiar sus pecados de esa manera. ¿O acaso el
arrepentimiento no es un valor humano? Dios es el único que puede juzgar. El Nuevo Testamento da cuenta de ello en
varios pasajes. El más clásico, es aquel que viene de uno de los criminales crucificados al lado de Jesús: “Cuando estés
en tu reino te acuerdas de mí” (Lucas: 23:42). En seguida el Maestro le
responde:
–Te aseguro que hoy
estarás conmigo en el Paraíso (Lucas: 23:43)
Otro culpable de ese desliz
histórico sería el mismo Dios, porque en su infinita sabiduría planificó una
serie de conquistas que marcaría el futuro de la humanidad. Para ese propósito utilizó al profeta Daniel;
un joven hebreo que existió en el siglo VI antes de Cristo y sería el encargado
de revelarle al rey Nabudonoconosor II un intrigante sueño. El rey, al
despertar, recordaba apenas destellos de lo que había soñado.
Daniel, guiado por la
iluminación divina, contó el sueño y su
significado al rey que lo tenía esclavizado. El Rey había visto una imagen de
un ídolo que tenía la cabeza de oro, el pecho de plata, el vientre y los muslos
de bronce. Las piernas de hierro y los pies de barro con diez dedos alternados
de hierro y barro. La cabeza de oro encarnaba al rey soñador. El torso de plata
simbolizaba al imperio persa que sustituiría al babilonio. El vientre y los
muslos de bronce personificaban al imperio griego, liderado por Alejandro Magno,
y las piernas de hierro interpretaban al imperio romano. Los diez dedos
alternativos de barro y hierro representaban los reinos débiles o fuertes que
nacerían de los pueblos bárbaros, oprimidos por los romanos: España, Francia,
Inglaterra, Alemania, etc.
Esas profecías se cumplieron letra por letra. Babilonia fue derribada
en el siglo V antes de Cristo por el emperador persa Darío. Dos siglos después,
Alejandro Magno conquistó Persia y más allá del Oriente Medio dejando a su paso
una estela de aniquilación para imponer
su cultura. En Egipto, en el delta occidental del rio Nilo, fundó una localidad con su nombre: Alejandría,
que sería asiento de la biblioteca con la cuota de escritos y saberes sin
precedentes. Además, se erigió allí el faro que sería una de las siete maravillas
del mundo antiguo. Pero su imperio decayó al morir de manera repentina en el año 323
antes de Cristo, para darle paso a la potencia emergente: Roma.
El imperio romano también
con la fuerza del hierro conquistó el mundo conocido. Ocupó Palestina y mató al
hijo de Dios. Jesús, una vez resucitado, envió a predicar a sus apóstoles a
Roma donde murieron lapidados y crucificados. Ellos escribieron para la historia
las enseñanzas de Jesús en griego y latín (idiomas de sus conquistadores)
y no en el hebreo, porque eran los
códigos más usados en el mundo y con los cuales podían expandir la fe cristiana
allende los mares.
Hasta ahora no he visto en ningún informativo de la televisión un egipcio que
haya quemado cauchos en una plaza o haya
cerrado una calle de El Cairo como protesta a la osadía de Alejandro Magno de
bautizar hace más de dos mil trescientos años una porción de ese país con su
nombre después de conquistarla. Tampoco he visto esta manifestación en Colombia.
Bolívar impuso esa designación para recordar el proyecto integracionista soñado por Miranda en memoria del primer conquistador de América.
En mi caso, no voy a
renunciar a mis apellidos porque me
entere hoy y –a
través de un libro de historia universal–
que eran legados de colonizadores sanguinarios. Tampoco voy a sentir menos
orgullo porque un zuliano llamado Rafael María Baralt y nacido en Maalakaiwou,
se fuera un día a la tierra de los conquistadores para convertirse en 1853 en
el primer americano en presidir la Real Academia Española de la Lengua. Tampoco
voy arrepentirme de haber leído en el idioma de la Reina castellana el Quijote: la obra más importante de la
literatura universal.
De modo que Dios, haciendo uso de su infinita omnisciencia, tramó
hace 26 siglos una serie de conquistas con el propósito de amalgamar culturas,
razas, colores, para darle cuerpo y alma a esta nueva humanidad a la que
pertenecemos y debemos aceptar.
Marcelo Morán
Excelente artículo. Te felicito.
ResponderEliminarExcelente,. Debemos leerlos todos.
ResponderEliminarExcelente pieza de reflexion historica que deben leer los que quieren cambiar el nombre de C ojeda
ResponderEliminarExcelente Artículo, con los Pies puestos en la Realidad de como debemos Ver la Historia. Felicitaciones.
ResponderEliminarMI HUMILDE OPINION ES QUE " LAS AUTORIDADES RESPONSABLES " DE QUERER CAMBIARLE EL ILUSTRE NOMBRE A CIUDAD OJEDA SACARAN A LA LUZ PUBLICA LAS RAZONES POR LAS CUALES QUIEREN COMETER SEMEJANTE BARBARIE.....
ResponderEliminarBuena reflexión, Marcelo, por capricho, y por seguir los ejemplos de su círculo Político, quiere hacer una gracia, Leónidas, es tan mediocre que no sabe que el es el Alcalde, cómo tú dices, que renuncié a su descendencia, un abrazo hermano
ResponderEliminarexcelentemi hermano, gracias por alimentar nuestros conocimientos
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