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viernes, 24 de junio de 2011

Los amores de Corín Tellado

A los 72 años, con más de 5000 títulos publicados y alrededor de 400 millones de ejemplares vendidos, Corín Tellado sigue escribiendo las más apasionadas historias de amor. En España habló con CROMOS y confesó que sus novelas bien podrían ser lo que ella quiso vivir. La leyenda de Corín Tellado comienza en octubre de 1946 con una novela romántica titulada Atrevida apuesta. En esa época María del Socorro Tellado Lopéz era una joven de 20 años que se sentía repleta de historias de amor y estaba dispuesta a escribirlas, todas, en una empresa titánica que hoy, a sus 72 años, parece sobrehumana: más de 5.000 títulos con 400 millones de volúmenes vendidos y traducciones a casi todas las lenguas del planeta, lo que la convierte, como dice Cabrera Infante, en “el escritor español más leído de todos los tiempos, incluyendo a Cervantes”. 

Corín Tellado, que nació en Viavélez, un pequeño pueblo del Principado de Austrias, tuvo a cambio diversas satisfacciones: desde el 11 de agosto de 1998 una calle de la ciudad de Gijón lleva su nombre, una vía en la que hay cuatro bares, dos peluquerías y un almacén de electrodomésticos. Pero no es éste el único premio que le ha dado el Estado español: también guarda con orgullo la medalla de oro al Mérito del Trabajo, y lo más importante: el reconocimiento de al menos tres generaciones de hombres y mujeres que han descubierto en sus novelas sus propios sentimientos, una especie de moderna “educación sentimental”. “En mis libros no hay ninguna intención pedagógica con respecto a los sentimientos –dice Corín Tellado– yo escribí lo que me gustaba, tal vez lo que me gustaba vivir… Pero hay un problema: lo que hago está clasificado como novela rosa y no estoy de acuerdo pues es reductivo y hasta ofensivo. Las novelas rosa eran esos folletines falsos de amor que en España tenían carátulas rosadas, por eso se llaman novelas rosa. Pero lo que yo hago son novelas sentimentales, con más complejidad, con situaciones más ricas, con sentimientos más profundos. Y no acabo de entender por qué se les da tan poco mérito. El resultado es que a mis 72 años me cuesta el mismo trabajo que a un joven principiante meter una novela grande a una editorial de prestigio, y eso es porque me tienen puesto encima el sambenito de la novela rosa, y de ahí no me sacan. Yo tengo novelas grandes que tocan problemas actuales como la Guerra del Golfo y la gente que se enriqueció a través del petróleo… Cosas así. A mí gustaría publicar novelas largas cada seis meses, por ejemplo, pero no es fácil que las editoriales de literatura me hagan caso. Tengo ahora mismo un manuscrito terminado, y si no lo he presentado a una casa editorial es porque tengo miedo de fracasar… Yo nunca pretendí ser Cervantes, y esto deberían entenderlo algunas de las personas que critican. Soy una escritora de entretenimiento, no pretendo más. También a Lope de Vega lo criticaron hasta la muerte, y a Balzac ni hablar”. A pesar de su inmensa fortuna, Corín Tellado es una mujer sencilla. Reparte su tiempo entre una finca, Villa Dobe Roces (Asturias), en donde tiene, en pabellones, los ejemplares de todos sus libros y de sus publicaciones en revistas, más un modesto apartamento en Gijón, frente al puerto, con vista a la dársena y al océano Atlántico. En su biblioteca se ve la colección completa de Pío Baroja, libros de Faulkner, de Hemingway, de Vargas Llosa y García Márquez, varias enciclopedias y biografías. “Yo recuerdo haber leído a Oscar Wilde siendo muy pequeña, y el De profundis me marcó mucho. A Balmes me lo sé casi de memoria pero lo que más me gusta ahora es leer las cosas nuevas, estar siempre actualizada. Los premios españoles, por ejemplo, los leo todos menos el de Planeta, y mucho menos el de este año (el 1998, a Carmen Posadas). Me gustan Delibes y Umbral, y eso que Umbral me critica. Yo siempre le digo a mi enfermera que lea a Delibes, sobre todo El diablo de un jubilado, pues este hombre es capaz de usar el lenguaje de un jubilado inculto para lograr una pureza intelectual. Leo mucho y gracias a esto nunca estoy sola, así mis hijos no estén conmigo. De Hispanoamérica he leído todo García Márquez, que es mi preferido, y además lo conocí personalmente. Y por supuesto a Cabrera Infante, que es un gran amigo y dice que aprendió a escribir corrigiendo las galeradas de la revista Vanidades en Cuba, es decir con mis novelas sentimentales. También aprecio y leo a Mario Vargas Llosa, con quien tengo varias fotos”.

La vida de Corín Tellado

Hoy está muy cerca de sus hijos, Begoña y Domingo, ambos abogados. De su ex marido, de quien se divorcio hace más de 40 años, prefiere no hablar. Desde hace varios años está sometida a diálisis cada tres días y tiene un catéter, ya que todas sus fístulas murieron. A pesar de eso, Corín Tellado conserva las fuerzas y se siente muy joven: “El personaje mujer de todas mis novelas soy yo. Ellas reaccionan como reaccionaría yo, y esto a pesar de que hoy la gente no se quiere igual que hace 50 años, pues los sentimientos evolucionan. En mi época yo fui muy rebelde, porque nosotros nacemos libres y si nacemos libres deben permitirnos serlo. A nosotros no se nos permitía, y lo más increíble es que no lo permitía un señor que no era ni mi padre ni mi madre sino un dictadorzuelo que tuvimos aquí, el señor Franco. Por eso al principio no me dejaban escribir como yo quería y me dieron verdadero palo. La censura llegó a devolverme cuatro novelas en un mes. Entonces empecé a publicar por fuera de España y ahí sí no tuve problemas. Yo escribo con lo que siento pero eso no quiere decir que escriba con mi vida, con lo que me sucedió a mí en mi vida personal. —¿Corín Tellado ha sido feliz? —“Me casé y fracasé en mi matrimonio pero nunca me volví a casar. Tuve algunas relaciones esporádicas que me dieron satisfacción sin comprometerme pero le consagré la vida a otras cosas, muy placenteras todas. Yo soy mujer de hombre y me hubiera gustado tener un compañero. Mas esta ausencia de compañero sólo la vine a notar cuando mis hijos se casaron. Hasta ese momento yo estaba totalmente consagrada a ellos. Me olvidé de mí misma, me preocupé por que los otros fueran felices”.

Su trabajo
Hoy ya no hay censura en España, sin embargo Corín Tellado sigue siendo menospreciada. Se ha dicho incluso que otros escriben lo que ella firma. De todo eso se queja con amargura, pero responde a las críticas con su trabajo. “Para escribir, en primer lugar, hay que saber redactar con corrección. Luego hurgar en los propios sentimientos, que son los mismos del lector, y luego argumentar bien, no dejar las cosas volando… Hay que saber meter a los personajes al laberinto, siempre y cuando al final salgan. Mi método de trabajo es muy especial. Un escritor que se precie, al que le gusta lo que hace, puede hacer una buena historia larga en 14 días”. Catorce días… Ese fue el tiempo que empleó en escribir, por ejemplo, Lucha oculta, una novela publicada en 1992 que tiene 481 páginas. “Lo que no soporto es que luego vengan esos literatos que no hay quién los soporte ni quién los entienda y digan que hacen una cuartilla al día. Para mí es muy fácil. Yo hago cada semana una novela de las cortas. Luego, de las largas, una al mes. Escribo dos horas al día, máximo. Voy al despacho de mi hijo, que es abogado, y le dicto a la secretaria. Desde hace diez años le dicto y eso no tiene nada de malo, Dostoievski también dictaba. Voy con la mente en blanco, llevo el esquema, los cuadernos de apuntes que tenga, y me siento. Y a partir de ahí no me preguntes cómo pero me fluye, saco la historia sin ningún esfuerzo. A veces es mi hija la que me propone un argumento y luego yo lo desarrollo”. Los personajes de Corín Tellado son los hombres de la calles, la gente común, todos… “Todo el mundo lleva por dentro una historia de amor. Cuando veo a una persona estoy siempre pensando: ¿será apasionado, pasivo, infiel, sentimental? Soy muy psicóloga, a pesar de no tener título. Estudié psicología en Cádiz pero no me gradué. Lo que tengo es el conocimiento de la psicología corriente y vulgar, la que yo llamo ‘psicología humana”.

De ahí que por sus libros transiten infinidad de tipos humanos: la mujer exótica, millonaria, antojadiza y caprichosa, la mujer víctima, abandonada, sentimental, orgullosa, frívola, profesional, seria, pobre, responsable, seductora… Al igual que los hombres: propietarios de yates, millonarios, hombres humillados, responsables, sensibles. Aparece una y otra vez el dandi rico, frívolo e infiel, que seduce y luego abandona a una mujer seria y responsable. Como Adam y Dorothy en Me olvidaste al otro día: “Adam Douglas no pasaba por la vida de una mujer sin dejar huella. La dejaba honda, desgarrada… Firme como un poste sujeto a miles de toneladas de tierra. Así dejaba él la huella de su paso…”. Dorothy, en cambio, era sensible: “Tenía una voz suave, que se alteraba muy raramente. Era lo que más inquietaba a Adam. Aquella voz, aquel mirar de sus ojos negros, aquella suavidad de sus manos al moverse, aquella personalidad inconmensurable…”. —¿Cuáles son los protagonistas actuales para Corín Tellado? —“El hombre hoy es más pasivo pues la mujer le está comiendo el terreno. En las universidades hay ahora mayoría de mujeres pero aún así sigue imperando ‘el masculino’, y eso le gusta a la mujer. El hombre intenso, varonil, fuerte, que da seguridad. La mujer moderna también ha cambiado y hoy es alguien sin prejuicios, que no le tiene miedo a la soledad, a verse sola con un hijo. Claro, hay mujeres que hacen el amor a los doce años y eso ya es pasarse. Antes se iba a cine, se cogía la mano, había preámbulo, seducción, había eso tan bonito que se llama sensibilidad… Eso es lo que yo pongo en mis novelas, pues yo sugiero, no digo. Que se vea la pantorrilla, en donde nace el muslo, pero no lo demás. Yo prefiero insinuar para que luego el lector vaya con su imaginación donde quiera”. Imaginación y, sobre todo, cultura, pues para Corín Tellado la falta de cultura hace que los afectos se deterioren. “Se necesita tener cultura para poder desarrollar una buena sensibilidad, y ese es el lenguaje universal. La gramática es muy sencilla pero el verdadero lenguaje es el de los sentimientos, algo indispensable si quieres convertirte en un ser humano pleno. Esto es lo más importante, porque un ser sensible nunca puede ser cruel. El amor al prójimo nace de la sensibilidad. La relación sexual le da constancia a ese amor, y luego, la comprensión y la tolerancia le dan continuidad”. Santiago Gamboa. Cromos.com.co Nota del Director: Esta crónica se escribió para la revista Cromos en el año 1.999

Sabato en carne y hueso


Cien años de su natalicio



En la última morada del fallecido escritor argentino descubrimos que, aparte de la literatura, dedicó su vida a confidentes anónimos en su casa, en la calle y en la cárcel.

El nombre de Cristina Sosa era un secreto entre Ernesto Sabato, su amada Elvira González Fraga y la mujer a la que el destino llevó a la cárcel de Ezeiza y, desde allí, vía telefónica, se convirtió en escucha y confidente del escritor que hoy habría cumplido cien años, si no hubiera muerto el pasado 30 de abril.

Es Elvira quien quiere que la historia se sepa, porque muestra qué tipo de ser humano era el autor de El Túnel y Sobre héroes y tumbas, el melancólico tierno que se aisló de las vanidades del mundo literario en ese permanente viaje al yo más profundo y sólo tenía contacto con el mundo exterior a través de personajes anónimos como Cristina Sosa. “Cuando yo ya no podía curar su tristeza, su desasosiego, llamaba a la cárcel de Ezeiza para hablar con ella. Oía sus desventuras largo tiempo y al final los dos se reponían con las frases de ánimo que intercambiaban. Es que Ernesto sufría por todo, era de tormentas emocionales, era como una taza de té a la que le basta una gota de leche para que se acabe la transparencia”.

¿Cómo hacía contacto con este tipo de interlocutores? Sabato prefería ir a la prisión, a llevar libros, a oír a los convictos que aceptar una invitación de una editorial o una universidad para vanagloriarse de su obra. Centenares de libros y tesis se han publicado en todo el mundo sobre el alcance literario de sus novelas y ensayos. Muy poco se ha escrito sobre el hombre que dedicó la mayoría de sus días, hasta que la salud se lo permitió, a responder los centenares de cartas que le llegaban a su humilde casa de Santos Lugares pidiéndole una voz de aliento, un consejo. Víctimas de la dictadura impactados por su informe Nunca más, jóvenes conmovidos por El Túnel, fracasados y desdichados identificados con Sobre héroes y tumbas.

Cuando no estaba frente a la máquina de escribir o dictándole cartas de respuesta a ‘Elvirita’, salía a caminar por este suburbio de Buenos Aires en busca de personajes de carne y hueso que justificaran su existencia. “Sus grandes amigos aquí eran el zapatero que vivía a la vuelta de la esquina, para él un filósofo por excelencia, el polo opuesto al peluquero que no para de hablar. Sentía que oír a los demás era su obligación. Salía y volvía con un reparto de vidas y empezaba a personificarlas. Era un actor del teatro de la vida”.

De ello dan fe los itinerantes de la Línea San Martín, el tren que conecta a Buenos Aires con Santos Lugares. Juan Carlos Heredia, de 78 años, lo recuerda: “Venía hasta la estación y se sentaba a mirar a la gente. Cuando alguien se le acercaba le gustaba hacerle preguntas y dejarlo hablar. A él le debemos que no hayan talado el último bosque que nos queda”, me dice señalando la arboleda que corre junto a la línea férrea. Pretendían talarla para darle más espacio al Tren de Desarrollo Social y Sanitario. Junto a los cipreses crece un cementerio de vagones. “Un gran hombre, aunque no he leído nada de él”, asegura Heredia. Se despide y se persigna frente al altar de Nuestra Señora de Luján, florido y presidido por un “Concédenos buen viaje”.

El calvo del quiosco de libros, periódicos y revistas dice no recordarlo. Ofrece Todos los nombres de Saramago, Julio Verne y sus Veinte mil leguas de viaje submarino, numerología, cocina ligth, sopas de letras, DVD de Sex and the City y de Julio Bocca. ¿Tiene algo de Sabato? Otro agresivo no.

Es un barrio que parece haber vivido mejores épocas. Un parque infantil sin niños, automóviles fuera de servicio, abandonados, una valla promocional del Centro Local de Jubilados y Pensionados. Aroma de alcantarillas colmadas. María Luisa, una prevenida vecina, es la guía hasta la calle Langeri después de advertir lo “peligroso” que se ha vuelto el vecindario. “Allá donde se ven los tres pinos altos, ahí vive. Vino el Rey de España, pero los últimos años no lo volvimos a ver ni tomando el sol”.

En la puerta estaban Gladys Aguilar, que cuidó a Sabato 35 de sus 64 años, y Gabriela, la amable enfermera que, a finales del año pasado, me recibió con un “don Ernesto no recibe visitas ni concede entrevistas por decisión médica”. Adentro estaba Diego, el ayudante que acompañaba al escritor y a las mujeres luego de que los ladrones se metieron en 2008 en busca de oro y dólares. Sólo encontraron los 4.300 pesos que había dejado Elvira para pagar los servicios.
Se llevaron una tapa de colección del libro Antes del fin. Ángel, el jardinero, no volvió, porque tras la muerte del hijo de Sabato, Jorge Federico, en un accidente de tránsito, él dio orden de que no se volviera a tocar el jardín. Juan Carlos, su taxista, lo llevaba en un destartalado Renault 12 a ver el río de La Plata. Todos ellos, sus confidentes más cercanos. Los sentaba y les pedía que le contaran su vida, toda. Una y otra vez en busca de nuevos matices.

Elvira melancólica: “Él se identificaba con el Martín de Sobre Héroes y tumbas (ella con Alejandra), porque en esa novela, para mí la mejor, converge la gente que ha fracasado vista por Ernesto, un personaje dostoievskiano. Sintió profundamente la vida de la Argentina, encarnaba el dolor de la emigración. Su madre le hablaba en albanés y su padre en italiano. En su pueblo de Rojas se familiarizó con la gente del campo, el país invisible, le causaba placer escucharla mientras jugaba a las bochas, quería al pueblo originario, al gaucho libre y esta casa era su último refugio contra lo que llamaba ‘el avance alienante de la ciudad sobre el campo’”.

Con razón descubrió vecinos de novela como José Fernández Silva, exiliado español que llegó huyéndole a la dictadura de Franco. Dicen que por mucho tiempo sólo tuvo oídos para él y luego para su sobrino-nieto Mario Virgilio Montañez, admirador de la literatura de Sabato y con quien mantuvo una relación epistolar durante años hasta que el escritor español vino a vivir dos meses a la casa de su inspirador en Santos Lugares y el escritor argentino fue a pasar temporadas a España.

Lo evoca en el diario ibérico Sur: “Tardes tomando café en su biblioteca, charlas en las que él callaba y yo hablaba cuando deseaba que fuera al revés. Compartimos conversaciones y confidencias, que en Málaga tuvieron su plenitud. Me decía: ‘Para comprender bien a las personas que de veras quiero, necesito saber su vida. Tenemos tiempo, Virgilio, contame’. Y me oía con una sonrisa tímida y gesto de psicoanalista piadoso. No había distancias entre nosotros. Me sentía en paz”.

Juan Carlos Perera, vicepresidente del Club Atlético Defensores de Santos Lugares, muestra el álbum en el que se registra la apertura del lugar, frente a la casa de Sabato. “Él inauguró esto con lucidez”. En la primera página del libro de actas les escribió de su puño y letra a sus amigos y vecinos, el lunes 25 de abril de 1994: “Me hicieron realidad un sueño. Esto para mí es más importante que un honor en La Sorbona”. Y les advirtió frente a la Biblioteca Popular que lleva su nombre: “No hay grandes hombres sin almas grandes, ni grandes naciones sin una gran cultura, porque la cultura es el alma de una nación”.

Increíble, pero en la biblioteca no hay un solo libro de Sabato o por lo menos no lo había cuando El Espectador la visitó. José Carvalho, el vigilante de turno, comprobó la revisión anaquel por anaquel, sin rastro de Sabato. Perera cree que pueden estar refundidos o que los lectores no los han devuelto. Admite que la gente no termina de comprender la magnitud de vecino que tenían. Todavía hablan de él “como un hombre más bien de izquierda y se cree que era un montonero”. Un reciclador de botellas de vino lo veía ir y venir con su perro ‘Roque’. Sabato se llamaba Ernesto Roque y su segundo nombre nunca le gustó. El gran ovejero era su mejor compañero. Le hablaba por las aceras, en las plazas, haciendo fila en el correo, en el jardín frente a su casa donde quería que lo enterraran junto a él. Pero su familia, incluida Elvira, prefirieron sepultarlo en el cementerio Jardín de Paz y convertir desde hoy su casa en el Museo Sabato. Cristina Sosa ahora está libre, no tanto porque ya no esté presa en Ezeiza, sino porque era una de las preferidas en la lista de confidentes de Sabato. Nadie notó su presencia en las honras fúnebres en el coliseo del Club de Santos Lugares, como los muchachos que vienen a jugar fútbol y baloncesto jamás supieron que en frente vivía un genio. Les dejó en un muro esta frase: “cuando yo haya desaparecido, muchos de ustedes me recordarán por estas emociones”.

Eventos en Colombia y Argentina

Hoy la emisora de la Universidad Nacional de Colombia le dedicará un programa especial al centenario del nacimiento de Ernesto Sabato, entre 7:30 y 8:30 a.m. En Buenos Aires la Fundación Sabato hizo una tertulia y lectura de su obra con presencia del escritor español Juan Cruz y hoy habrá un homenaje en la Universidad de La Plata, donde Sabato se hizo doctor en física antes de dedicarse del todo a la literatura. También en la capital argentina se realizará el 1° y 2 de julio el Foro Sabato en el Paseo La Plaza, en el marco del III Foro Internacional sobre Traducción Especializada. Estarán Michel Bibard, quien lo tradujo al francés, y Peter Landelius, traductor al sueco de Sobre héroes y tumbas. El acto que más hubiera emocionado a Sabato ocurrirá en Rojas, su pueblo, donde en la Escuela Nro. 1, donde Sabato estudió, será proyectado el documental Ernesto Sabato, mi padre, hecho por su hijo Mario, y se le impondrá el nombre del escritor a un salón de actos.
El Espectador.com

sábado, 18 de junio de 2011

El Che Guevara, desclasificado

Se publican por primera vez en versión íntegra los diarios del guerrillero en Sierra Maestra.

El Centro de Estudios Che Guevara, que desde su fundación dirige la viuda del guerrillero cubano-argentino, Aleida March, ha decidido finalmente publicar los diarios originales que escribió Ernesto Guevara en pequeñas libretas de notas durante la lucha de Sierra Maestra. Dichas libretas fueron la materia prima que utilizó para elaborar su mundialmente famoso Pasajes de la guerra revolucionaria, su gran testimonio, mezcla de memoria y ensayo, de aquellos episodios que empezaron en la playa de Las Coloradas con el desembarcó del yate Granma, el 2 de diciembre de 1956, y acabaron el 1 de enero de 1959 con la huida del dictador Fulgencio Batista.

El libro, que fue presentado hoy en La Habana, coincidiendo con la fecha en que el Che cumpliría 83 años, es publicado por la editorial australiana Ocean Press / Ocean Sur y lleva el título de Diario de un combatiente. Ha sido preparado por el Centro de Estudios Che Guevara, encargado de salvaguardar la obra y legado del legendario guerrillero.

Pero no deben esperarse de él grandes sorpresas ni revelaciones extraordinarias.Según admite en una nota introductoria de la editorial, buena parte de los textos ya han visto la luz, aunque fragmentariamente, y además falta un grupo importante de libretas de notas (que abarcan varios meses de la lucha) que nunca han estado en manos de los archivos del Centro de Estudios Che Guevara, y cuyo paradero se desconoce.

La mayor parte de las anotaciones de Guevara en estas libretas son observaciones y comentarios breves sobre sucesos, combates, escaramuzas y hechos que sirvieron ya de materia prima a Pasajes de la guerra revolucionaria. Sin embargo, aun así, tienen el interés de poner de manifiesto cuáles fueron las primeras vivencias del Che al entrar en contacto con la realidad cubana -hasta ese momento solo conocía la isla y su situación a través de los ojos de Fidel Castro, su hermano Raúl y el resto de los revolucionarios cubanos en México-, y cómo sus pensamientos y sus percepciones se fueron transformando.

La propia editorial advierte que se trata de 'notas muy escuetas', elaboradas 'para su uso personal al no tener tiempo en aquellos momentos para desarrollarlas', e incluso admite que se puede 'estar o no de acuerdo con algunas observaciones o afirmaciones' del Che.

También señalan los editores que en las libretas hay errores ortográficos e imprecisiones, debido a su inicial desconocimiento de la geografía cubana y de las 'zonas en que se desenvolvieron los acontecimientos que se narran', al igual que también 'existen fallas' en los 'nombres de combatientes y fechas'; ahora, después de una 'revisión exhaustiva', muchas de ellas han sido rectificadas.

Todo ello, unido a la falta de páginas importantes de los diarios, habían determinado hasta ahora que los manuscritos del comandante no hubieran visto la luz como 'una totalidad'. La decisión de publicarlas en estos momentos, acompañadas de 'notas y documentos históricos' explicativos, se justifica, según el Centro de Estudios Che Guevara, por la pretensión de que sirva de 'guía instrumental y de motivación para todo el que, desde una visión contemporánea, desee acercarse al significado real de aquella experiencia del Che.
ElPaís

domingo, 5 de junio de 2011

Isabel Allende: "No creo en Dios y no caigo en fundamentalismos"


La autora de "La isla bajo el mar" decidió descansar durante un año. Se define como la matriarca de la familia y anhela seguir enamorada de su esposo Willie. Isabel Allende describe a La Verdad su más reciente novela, "El cuaderno de Maya".

Llega el 8 de enero de 2011 e Isabel Allende prefiere no vaciar sus ideas en ningún papel o computadora. Decide tomarse un año sabático para "recargar las pilas y descansar", aún sabiendo que "descansar" le resulta más difícil que escribir. "Nunca lo había hecho, pero es necesario", confiesa. Se encuentra realizando un viaje al alma, al pasado y a los recuerdos dolorosos.

Para alegría de sus lectores, en 2010 mantuvo la tradición de comenzar una historia en la misma fecha y creó El cuaderno de Maya, la novela más moderna de su lista, disponible ya en los mercados editoriales hispanos. Desde su residencia en California teclea para conversar con La Verdad vía correo electrónico. Responde todas las preguntas, a excepción de una que exige su opinión sobre la política venezolana actual. Se limita a hablar de su obra más reciente y de algunos aspectos de su vida familiar.

"Mi nueva protagonista es una chica americana de 19 años que vive en Berkeley. Ella se mete en problemas graves con drogas y alcohol, y luego se ve envuelta en un caso criminal. Para ponerla a salvo, su abuela (chilena) la envía a una isla pequeña en el archipiélago de Chiloé, al sur de Chile, donde Maya se encuentra con un ambiente rural. Allí madura, crece, vence sus adicciones y descubre un secreto de su pasado".

Con este libro, que nació "casi en un segundo" y sin mucha investigación previa, la autora de La casa de los espíritus pretende conquistar a un público más joven. No sabe si los maestros de escuela lo tomarán como referencia después de encontrarse con la violencia impresa. "Lo que sí deseo es que los muchachos se lo pasen de mano en mano".

Sus memorias

A pesar del bum de su nuevo lanzamiento, la chilena no puede ocultar su amor por la memoria. Está consciente de que se trata de un género poco atractivo, pero le sirve para mantenerse invicta ante sus fanáticos. "Así comencé y, tal vez, así termine. Quienes leen la obra de un autor suelen interesarse por su vida, sus fuentes de inspiración y su trabajo".

Explica que al escribir una memoria se la imagina como una novela. "Cuento los momentos más luminosos y los más oscuros. Por supuesto, evito esas enormes zonas grises de todos los días, pues no importan. Trato a los miembros de mi familia como si fueran personajes y todos saben que son reales. Me gusta la forma cómo se identifican con ellos y con la historia".

Su preferida es Paula, dedicada a su hija fallecida a los 28 años, y por gustarle tanto en 2008 entrega una continuación titulada La suma de los días. Al final de esas páginas se despide diciendo: "Fin, por ahora...". Cuenta que una semana después de la publicación de esa memoria, todo había cambiado.

"Los nietos son adolescentes, Juliette tiene novio y planea casarse, Sabrina cumplió 17 años y es muy independiente, Nico y Lori nunca tuvieron sus propios hijos, los hijos de Willie, mi esposo, ya no usan drogas; Ernesto y Giulia viven a una cuadra de nosotros y Olivia, mi perra, está más gorda y más vieja... una compañera perfecta. Me encantaría seguir hablando de ellos".

Mientras pueda...

La jubilación no pasa por la mente de Allende, quien ya tiene 68 años. "Seguiré escribiendo mientras tenga lectores". Según ella, la escritura la sumerge en "otro mundo". Le toma unos seis meses, luego otros seis más para corregir y editar. "Algunas de mis novelas históricas han requerido varios años de investigación y por lo general las hago mientras estoy en otro proyecto. Cuando indagaba el tema de La isla bajo el mar redactaba La suma de los días".

De algo sí está segura: "Nadie me verá sentada en una mecedora, tejiendo calcetas para los bisnietos. Mi ideal sería tener a los miembros de mi familia y a mis mejores amigos viviendo todos juntos en una gran propiedad, rodeada de muros altos y con guardaespaldas, para que no se escapen. Sin embargo, ya no me siento responsable por el bienestar de mis descendientes".

Se define como la matriarca y lo único que desea es seguir enamorada de Willie. Al preguntarle qué le falta, responde: "Soltar los remos, dejarme llevar tranquilamente por la corriente y aprender a navegar a la deriva, sin tratar de controlar todo. Estoy aprendiéndolo".

Más de cerca

¿Su relación con Willie sigue siendo tan estable? ¿Cuál es la fórmula?

Con Willie tengo una relación apasionada y amistosa. Nos llevamos muy bien. La convivencia no puede ser mejor, porque estamos siempre juntos, pero cada uno tiene su espacio físico, emocional e intelectual. Al estar unidos se multiplica la energía. Nos alimentamos mutuamente con ideas y sentimientos. Tuvimos buena suerte al encontrarnos, reconocernos y atrevernos al amor, pero hemos tenido mucha ayuda psicológica en los momentos más difíciles de nuestra vida en común; por ejemplo, como cuando murieron nuestras hijas. Una relación tan larga y compleja como la nuestra no se hace sólo con buenas intenciones, hay que ponerle cabeza y trabajo.

¿Cree en Dios, en el Dios de la iglesia, el Cristo crucificado y resucitado?

"No. Y no caigo fundamentalismos".

¿Tiene pensado visitar Venezuela alguna vez? Una buena parte de sus lectores está aquí

"He vuelto a Venezuela varias veces, porque tengo amigos muy queridos y familia. Mi hermano y todos mis sobrinos viven allí".

Después de vivir tan lejos de Chile, ¿Dónde está su corazón?

"Mi corazón está donde está mi familia. Tengo un pie en Chile y otro en California. Me siento de aquí y de allá, sin conflicto interior".

¿Cuál es su recuerdo constante?

"El de mi hija Paula".


La Verdad.com

miércoles, 1 de junio de 2011

Sergio Ramírez: "La literatura es un oficio del diablo"


Ciudad de México.- Para el escritor nicaragüense Sergio Ramírez la literatura, tal como lo dice uno de sus personajes en su reciente novela "La fugitiva", "es un oficio del diablo".

"Uno no sabe, cuando escribe, con qué le va a salir el demonio en el camino. En la literatura hay muchos tropiezos y tentaciones, que es para lo que existe el diablo, ¿no? Al fin y al cabo, es el demonio un compañero de viaje en la escritura", dice el autor, en entrevista con dpa en Ciudad de México, donde vino a presentar su libro reciente.

Se trata de una novela que le llevó mas de dos años de trabajo, en la que están borradas las fronteras entre realidad y ficción, merced a un complejo entramado narrativo que narra biográficamente la atribulada vida de la costarricense Amanda Solano, una mujer escritora que lucha contra una sociedad conservadora y se le va la vida en ello.

"La historia se sitúa en Costa Rica, país que conozco muy bien y está contada por otras tres mujeres, así que otra vez la novela para mí representó un desafío de lenguaje", dice Ramírez, ya muy alejado de esos tiempos en que era una figura política encumbrada en el corazón de la Revolución Sandinista que derrocó al dictador Anastasio Somoza en los 80.

Galardonado hace ya doce años con el Premio Alfaguara por su novela "Margarita, está linda la mar", el también autor de libros de cuentos, ahora reunidos todos en un volumen, vive intensamente una existencia literaria entre conferencias, viajes y, sobre todo, la escritura, una actividad a la que se dedica con disciplina y rigor.

"Creo que la literatura es un oficio de corrección, de dedicación, de reflexión, de quitar cosas, de poner cosas. Esa es la parte que menos me gusta, pero es la más necesaria. Corregir a veces se vuelve una especie de obsesión. La escritura está hecha de cosas gruesas y también menudas. Suelo imprimir una copia y esa es la lectura verdadera, con el lápiz afilado", relata.

"Siempre te sorprende cuando el editor te devuelve una serie de preguntas y muchas de ellas aluden a errores que has cometido y ahí es cuando uno comprueba que un libro nunca termina de salir de las manos de uno".

Su novela "La fugitiva", que ya fue presentada en Ciudad de Panamá y en Managua, lugar donde el autor tiene situado su hogar, juega todo el tiempo con la verdad y la ficción, y lo que en una primera lectura parece una biografía histórica muy bien documentada resulta ser otra cosa.

"Soy un fan de esa literatura donde pretendo que el lector no pueda distinguir entre la verdad y la mentira y que se meta en un terreno minado", dice el nicaragüense.

"Es un desafío que le hago a ese lector que si entró a una librería y compró un libro pensando que es una novela, que es ficción, conforme va leyendo se da cuenta de que todo es verdad, que todo es cierto".

"Eso para mí es el triunfo del autor sobre el lector", agrega Ramírez, quien después de una breve estancia en Nicaragua viajará a Argentina.

Ahí, además de presentar "La fugitiva" en Buenos Aires, dará un curso de literatura en Trelew para honrar la memoria de su fallecido amigo, el periodista y escritor Tomás Eloy Martínez, quien escribió el libro "La pasión según Trelew", un clásico del periodismo en español.