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Elena Poniatowska: «Se me quedaron un montón de novelas en los bolsillos»


La casa de Elena Poniatowska (París, 1932) en Ciudad de México está cerca del parque de La Bombilla, en el barrio de San Ángel, donde «hace muchos años», según ella misma recuerda, «mataron al general Álvaro Obregón». 

La escritora tenía por costumbre, antes de que la realidad que habitábamos se nos fuera al garete, ir a caminar a ese parque. Y siguió haciéndolo cuando el coronavirus empezó a acecharnos. Hasta que se enteró su hija Paula. «Se enojó muchísimo –explica la mexicana al otro lado del teléfono– y me dijo que ya no fuera, porque también allí hay otras gentes que caminan, y nos detenemos a platicar y no guardamos la sana distancia». 

Desde entonces, Poniatowska camina virtualmente, abraza virtualmente y lo hace todo, en definitiva, virtualmente. Eso sí, las 88 velas que soplará el martes serán tan reales como la vida misma. 

-¿Cómo se encuentra, cómo está llevando estas semanas tan extrañas? 
-Bueno, como yo, finalmente, me paso la vida frente a la pantalla de la computadora, pues mi vida no cambia tanto. Lo que sí cambia es la preocupación por los demás. Además, tengo amigos y amigas que tienen más o menos mi edad y sé que su vida quizá peligra. 

-¿Y de salud anda bien? 
-No, pues yo estoy bien, soy una medio gordita que va rodando por el mundo contenta. Es una manera de estar bien, podría ser una pelota (ríe). 

-¿Cómo de diferente es esa realidad virtual que estamos viviendo ahora? 
-Bueno, es una realidad que ahora abarca muchos aspectos. Está el aspecto político, con las críticas al Gobierno, las críticas a los médicos, también… Nosotros tenemos un médico que nos da las noticias todas las noches, que se llama López-Gatell, y que algunos han empezado a atacar diciendo que las cifras no son exactas. Pero mucha gente tenemos una enorme simpatía, entre ellas yo, por López-Gatell y por el presidente de la República. 

-¿Cómo cree que está gestionando el Gobierno de México esta crisis? 
-Bueno, una crisis de esta magnitud es siempre una incógnita saber qué se tiene que hacer con ella. Y, claro, es mucho más fácil criticar que aplaudir. Pero, hasta ahora, nosotros tenemos a un presidente que yo creo que ha seguido con su lema de «Primero los pobres», y que siempre se ha preocupado por los menos afortunados en México, que son miles. Puesto que yo he estado con él desde entonces, creo que su mayor preocupación es la vida y el bienestar de los mexicanos que no tienen nada. 

-Desgraciadamente, esta pandemia también está poniendo en evidencia las grandes diferencias económicas y sociales que existen. 
-Claro, porque Latinoamérica es un continente muy abandonado, es un continente finalmente de pobres, a pesar del petróleo, y es un continente de explotados, y es muy difícil. Lo mismo se puede decir de África o de los países que han sido colonizados, son países en los que es muy difícil levantar la cabeza pronto después de tanta matazón o tanto descrédito. Nosotros hemos sido considerados salvajes. 

-Hoy no es que haya políticos que les consideren salvajes, pero sí manifiestan poco aprecio hacia ustedes. Estoy pensando en su vecino, Donald Trump. 
-Bueno, claro, Trump representa el «blonde american», el americano victorioso que vino de Europa. Pero hay que pensar también que en Estados Unidos tuvieron los padres fundadores, que fundaron el país, pero se dedicaron a matar a los indios, pero no había una población tan grande como la nuestra ni tan creativa como la nuestra. Porque hay que recordar que el mayor político es Benito Juárez, que es uno de los grandes de México, y que los indígenas han hecho aportaciones notables. Los Estados Unidos no tienen ni la cultura pasada… vienen a México para conocer las pirámides y para conocer el arte prehispánico. 

-No sé si decir por fortuna, pero el caso es que la pandemia ha hecho olvidar otros asuntos, como el famoso muro que quería levantar Trump entre Estados Unidos y México. 
-Qué bueno, qué bueno, porque es un muro al que se oponen todos los mexicanos y yo creo que muchísimos también norteamericanos. Hay que recordar que el pueblo en general de Estados Unidos, la masa, la gente, pues es una masa liberal y es una masa compuesta de todas las culturas. Hay franceses, alemanes, irlandeses, ingleses, chinos, japoneses… Es un país hecho con todas las razas del mundo y todas las corrientes del mundo. 

-Lo que está claro es que este virus es bastante democrático, nos afecta a todos por igual, con independencia de nuestra clase social, origen o procedencia. 
-Sí, pero hay que pensar que en México han muerto pocos, pero los que han muerto finalmente son los de abajo, no los de arriba. 

-Porque son los que menos acceso tienen a la atención sanitaria, claro. 
-Sí o porque es muy difícil también la obediencia. A raíz de las medidas que se tomaron, muchos siguieron caminando en la calle, no guardaban la sana distancia que México promovió, y además cualquiera de nosotros tarda en entender una pandemia pues de esa magnitud. 

-En España llevamos ya casi setenta días confinados. Entiendo que usted, como escritora, está bastante acostumbrada, pero seguro que su alma de periodista le pide tirarse a la calle. 
-Sí, claro, pero también uno se acostumbra. Yo hago exactamente lo que usted hace ahorita: llamo por teléfono y hago entrevistas y crónicas, hablo con distintas personas, que me hacen el favor de acceder a mi petición y me dan su opinión, su experiencia… Ya con eso también puedo escribir.  

-¿Qué periodismo debemos hacer en estos días? 
-Pues yo creo que como el que hacemos siempre. Toda la vida yo me he inclinado por saber qué es lo que piensan aquellos a quienes jamás les hacemos preguntas, el que tiene que viajar en metro, el que tiene que viajar en autobús… Ahora tenemos un problema grave, que nos concierne a todos los que escribimos, que es el cierre de librerías y editoriales, y es gravísimo que se pierdan editoriales más pequeñas, que escogen y empujan a autores menos conocidos, autores que a veces no tienen cabida o no les interesan a las grandes transnacionales. 

-¿En qué lecturas está encontrando usted refugio estos días? 
-Bueno, he pasado al internet, a las redes, algunos poemas de Octavio Paz, de Carlos Pellicer, de Rosario Castellanos, de Renato Leduc… «Sabia virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y desatarse a tiempo; como dice el refrán: dar tiempo al tiempo, que de amor y dolor alivia el tiempo». Todo eso he estado poniéndolo en las redes. 

-¿Y por qué se ha acordado de ellos? 
-A veces es una razón material, porque tengo el libro a la mano. Pero claro que los recuerdo porque los quiero y los admiro. Son razones a veces muy sencillas, no rebuscadas. A mí siempre me ha gustado divulgar todo lo de México. Podría divulgar lo de Francia, donde nací, o quizá lo de Estados Unidos, donde estuve en un convento de monjas cuatro años, pero a mí lo que me gusta es dar a conocer a mi país. 

-También está con la segunda parte de «El amante polaco», ¿verdad? 
-Sí, y eso me ayuda. Yo no quería ese título, pero en la editorial les gustó. No lo quería porque se parecía al de Antonio Muñoz Molina, pero de cuarenta títulos dijeron que ese era el más eficaz. 

-¿Logra concentrarse, escribe todos los días? 
-Sí, claro. Hay una disciplina que una adquiere, que es un poco casi como la gimnasia, que te acostumbras a hacer ciertos movimientos, así como en la cama te duermes sobre tu lado izquierdo o sobre tu lado derecho o de panza o boca arriba… Hay costumbres que, además, no se pierden si uno las cultiva todos los días. Piense que ya tengo más de sesenta años de hacer lo mismo. 

-Pero, ahora, con la incertidumbre y la desazón que nos rodea... 
-Sí, yo creo que subyace la tristeza, el ánimo es de tristeza, el ánimo es también de miedo, de temor, no le vaya a pasar a alguien cercano, a alguien que uno ama. Se ve al coronavirus como un monstruo, y vivir con una especie de monstruo no es normal. Esa falta de normalidad creo que es lo que más nos afecta. 

-Lo bueno es que yo tengo la sensación de que se han estrechado más los lazos entre las personas.
-Claro que sí, es importante eso. Yo, por ejemplo, mando a una amiga un pastel o medio pastel o una gelatina o una compota o una mermelada… Pues todo eso son demostraciones de cariño y demostraciones de apoyo. Además, lo que estamos haciendo usted y yo ahorita, el teléfono, pues es un gran comunicador. 

-Teniendo en cuenta que cada vez que cumplimos años hacemos un poco balance de nuestra vida, usted, que ahora va a cumplir 88 años, ¿qué piensa cuando echa la vista atrás? 
-Bueno, pienso, en lo personal, que quizá le dediqué demasiado tiempo al periodismo, y que eso me duele porque se me quedaron un montón de cuentos y de novelas en los bolsillos, pero le di siempre prioridad a documentar a mi país. Yo llegué a México a los diez años y vi en un mapa que había muchos espacios que decía: «Zonas por descubrir». Una vez lo platicamos Carlos Monsiváis y yo y José Emilio Pacheco -mis dos grandes amigos, con quienes trabajé toda la vida y que murieron antes que yo, siendo yo mucho mayor que ellos-, que había que documentar a nuestro país, que había zonas por descubrir, gente por descubrir, personas con quienes hablar… Me dediqué muchísimo a las entrevistas y ya no hice lo mío. Quizá a veces eso pues siento no haberlo hecho, pero bueno, así fue. También el periodismo, lo que usted hace, estamos las dos hablando a través del océano, pues quizá eso tenga un sentido y sea valioso. Quizá no tanto como la creatividad, el inventar un mundo propio, pero también tenemos que pensar que ya poco se inventa, ya se dijo todo hace años. 

-¿Usted cree? 
-Pues sí, yo creo que muchas cosas se han dicho, a menos que descubramos otras cosas. Sí creo que finalmente la literatura es un plagio universal. 

-¿Y de qué es de lo que más orgullosa se siente, quizá del Cervantes? 
-Ah, bueno, de eso me siento muy agradecida, y creo que todos los periodistas de México y los que han hecho crónica se sienten agradecidos. Nunca entendí nada hasta que llegaron los periodistas, no entendí que se me estuviera premiando. Bueno, aquí también muchos han denostado, han dicho que cómo se me daba el premio a mí, que eso no era posible... España me tomó en brazos, me levantó y, además, frente a mis hijos, frente a mi familia. Como madre, yo siempre pensé: «Ay, a lo mejor no les dedico suficiente tiempo, ¿cómo le hago?». Escribía yo en la noche, cuando ya se habían dormido y eran pequeños... Pero, de todos modos uno se la vive, y yo me la viví en la culpabilidad. Entonces, este premio era como la razón de ser de todo un pasado, de toda una vida, y por eso me emocionó muchísimo. 

-Pese a que se encuentra bien de salud, entiendo que llega un determinado momento en la vida en el que es casi imposible no pensar en la muerte. ¿Usted piensa en ella? 
-Sí, claro, claro que pienso en la muerte. Sobre todo pienso en la gente de mi edad que no quisiera yo que se fuera antes que yo. Pienso mucho en la muerte de mi madre, que murió además de una especie de gripe muy fuerte, una pulmonía, y se fue rápidamente, siendo una mujer muy sana. Entonces, claro que pienso en la muerte, pienso en mi propia muerte, pienso siempre en que tengo todo en desorden, y eso me preocupa mucho, que los libros están en desorden, los papeles en desorden, y yo quisiera ordenar todo. Siempre pienso, ay, le voy a decir a una brigada de estudiantes que vengan aquí y que arreglen como Dios les dio a entender, pero ni siquiera tengo libreros, entonces todo eso está... Como que se me viene encima mi desorden y ese sí me afecta. 

-¿Y le asusta que llegue el final o no tiene miedo? 
-Pues, no sé si sea una bendición o sea una idiotez, pero tengo una enorme capacidad de inconsciencia, entonces, no estoy tan dedicada a pensar qué me va a pasar. A mí siempre me han dicho que atravieso muy mal la calle, que no obedezco a las señalizaciones, al verde, al rojo, al naranja y que me lanzo… No soy como muy autoprotegida. 

-¿Y se arrepiente de algo de lo que hizo o dejó de hacer? Bueno, me arrepiento de haber hecho tanto periodismo. Aquí siempre se piensa que es un género menor, que es subalterno, que no es una novela, no es un poema… Pero esa fue mi condición y mi situación, quizá por no haber nacido en México. 

-El caso es que cuando sople las 88 velas, aún le va a quedar mucho por hacer y por escribir, estoy segura. 
-Ay, se lo agradezco mucho, es un muy buen deseo.

Fuente: ABC.es

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