“La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir”.

Camilo José Cela

lunes, 1 de abril de 2013

Milan Kundera, el otro K



“Como a una pulga, Milan Kundera, el otro K de Checoslovaquia, no necesita acudir a forma alegórica alguna para provocar la extrañeza y la incomodidad con las que Franz Kafka inundó de sombras luminosas un mundo que ya existía sin saberlo […] los personajes de Milan K. viven en un mundo donde todos los presupuestos de la metamorfosis de Franz K. se mantienen incólumes, con una sola excepción: Gregorio Samsa (protagonista de La Metamorfosis de Kafka), la cucaracha, ya no cree que sabe, ahora sabe que cree”.

Con esta reflexión, el mexicano Carlos Fuentes muestra la influencia en la historia de la antigua Checoslovaquia, hoy República Checa, de dos de los más representativos escritores quienes a través de la novela encontraron mucho qué decir no solo sobre la situación social, política, así como la historia, sino sobre la situación del hombre, en términos existencialistas.

La novela es género que le ha permitido explorar los caminos que conducen a lo que alguna vez catalogó como la “aprehensión del yo”, esa búsqueda de respuestas a los enigmas del hombre, característica de sus personajes, por los cuales Milan Kundera se considera como uno de los autores más importantes de la literatura moderna.

Este novelista checo nació en Brno, en 1929. Después de la Segunda Guerra Mundial, trabajó como comerciante y músico de jazz antes de comenzar sus estudios en la Universidad Charles de Praga, en donde estudió musicología, cine y literatura. Después de graduarse en 1952, se convirtió en profesor en la Facultad de Cine en la Academia de Praga de Artes Escénicas, por lo que tuvo la oportunidad de dar conferencias sobre literatura mundial.

Durante este tiempo publicó poemas, ensayos y obras de teatro y se unió al grupo editorial de las revistas literarias Literarni Noviny y Listy. Posteriormente se unió al Partido Comunista en 1948, al igual que otros tantos intelectuales. Sin embargo, en 1950 fue expulsado del partido por lo que catalogaron como sus tendencias individualistas, reincorporándose nuevamente desde 1956 hasta 1970.

Durante los años 50, Kundera trabajó como traductor, ensayista y autor de obras de teatro. Aunque ya había publicado varias colecciones de poesía, ganó notoriedad apostando a la narrativa con la publicación de una colección de cuentos titulada Amores risibles, escrito entre 1958 y 1968. Su primera novela, La Broma, escrita en 1967, trata sobre el estalinismo. Después de la invasión búsqueda existencial de las novelas del autor, cuya guía es un mundo idílico, lleno de ternura, esa que Jaromil anhela y que “nace en el momento en que el hombre es escupido hacia el umbral de la madurez y se da cuenta, angustiado, de las ventajas de la infancia que, como niño, no comprendía”.

Con esta novela obtuvo el Premio Médicis a la mejor novela extranjera publicada en Francia ese mismo año. Y con su siguiente novela, La despedida, obtuvo otro galardón. Se trata del Premio Mondello, el cual mereció por ser el mejor libro editado en Italia.
En 1975, Kundera se convirtió en profesor invitado en la Universidad de Rennes, Francia. Le fue retirada la ciudadanía checoslovaca en 1979 en reacción a su texto El libro de la risa y el olvido. Las novelas que le siguieron fueron prohibidas en Checoslovaquia, hoy República Checa.

En su libro Geografía de la novela, Carlos Fuentes indaga sobre las circunstancias así como el contexto político en las que el escritor produce sus novelas, en las que la ironía resulta reveladora, de lo que Fuentes agrega: “Se puede reír amargamente: la gran literatura de una lengua frágil y sitiada en el corazón de Europa tiene que ser escrita y publicada fuera de su territorio”.

Finalmente obtuvo su ciudadanía francesa en 1981. En 1984 se publica La insoportable levedad del ser, relato ambientado en Praga de 1968 en el que su protagonista se cuestiona la existencia y en donde se plantea la necesidad del eterno retorno nietzscheano. “El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni enmendarla en sus vidas posteriores”, podemos leer en sus páginas.

El libro tuvo una gran aceptación por parte del público e igualmente de la crítica, en efecto, al año siguiente de su publicación, dicho libro recibió el Premio Jerusalén, el cual se otorga durante la Feria Internacional del Libro de esta ciudad.

En 1987, el estadounidense Philip Kaufman adaptó y dirigió La insoportable levedad del ser en su versión cinematográfica, en la que los actores Daniel Day- Lewis y Juliette Binoche interpretan los roles principales. Dicho filme obtuvo dos candidaturas para los premios de la Academia, al mejor guión adaptado y mejor fotografía.

Cinco años después publicó su primera obra escrita en francés, el ensayo L’Art du Roman (El arte de la novela), una recopilación de ensayos sobre sus reflexiones sobre este género, al cual no es de extrañar que lo considere “el arte nacido de la risa de Dios”. En éste se incluye sus famosas Setenta y siete palabras, un diccionario creado por el escritor, que recoge las palabras clave de su novelística, en un intento por solventar el problema de las traducciones. Alguna vez afirmó: “La impresión que me produjeron las traducciones de La broma me marcó para siempre. Por suerte, encontré más tarde a traductores fieles. Pero también a otros menos fieles”.

La inmortalidad (1988), La despedida (1975), Jacques y su amo (1981), La lentitud (1994), Los testamentos traicionados (1995) y La identidad (1996), son otros de sus textos con los que ha obtenido también galardones como el Austriaco de Literatura Europea en 1987 y el Cino Del Duca, en el 2009.

Recientemente, el escritor checo nacionalizado francés ha entrado en la prestigiosa colección de la Biblioteca de la Pléiade de la editorial francesa Gallimard —reservada para textos de los más grandes autores-, con la edición de su obra seleccionada, que incluye El Libro de los amores ridículos; nueve novelas como La broma, El vals de despedida, La insoportable levedad del ser o La inmortalidad; un obra de teatro, Jacques y su amo; y ensayos como El arte de la novela o los Testamentos traicionados.

El nuevo siglo no ha abreviado la actividad de Kundera. En el 2006, luego de veintidós años de publicada en Francia, La insoportable levedad del ser es editada en su país natal, revocando así la prohibición de su obra, la cual es finalmente reconocida, al concedérsele al año siguiente el Premio Nacional Checo de Literatura.

Sin embargo, tanto la popularidad como la reputación del autor se puso en entredicho en el 2008, ya que fue objeto de una polémica al ser acusado por el semanario checo Respekt, que publicó un reportaje titulado La delación de Milan Kundera, que lo señalaba de haber delatado a un disidente comunista en 1950, lo cual suscitó opiniones divididas entre los intelectuales. Algunos como Salman Rushdie, Philip Roth, Carlos Fuentes, J. M. Coetzee, Gabriel García Márquez, Nadine Gordimer y Orhan Pamuk, firmaron un manifiesto en el que denunciaban la “campaña de difamación” en contra del escritor, mostrando de esta forma su apoyo.

Al respecto, es casi inevitable no recordar un pasaje La vida está en otra parte, un momento en la vida de su autor, en el que escribía: “Todos los jóvenes contestatarios alrededor de ustedes, tan simpáticos por lo demás, hubiesen reaccionado, en la misma situación, de la misma manera (...). Me siento estupefacto ante la incapacidad occidental de ver su rostro en el espejo de nuestra historia. La tragicomedia que se representa en mi país es también la de vuestras ideas, vuestro entusiasmo, vuestras doctrinas, vuestro entusiasmo, vuestros sueños y vuestra inocencia cruel”. Palabras de su protagonista, el poeta Jaromil, quien Carlos Fuentes nos recuerda que delata en nombre de la revolución, ese mundo idílico “que suple las insuficiencias de la vida”.

Pero la paradoja e ironía no solo está presente en sus ficciones, ya que a pesar de ese episodio de su vida, los reconocimientos a su trabajo no cesan. Además del Mondello en Italia y el Jerusalén, asimismo ha tenido los méritos para recibir otros premios internacionales, como el Prix Médicis Étranger, el Nelly Sachs, el Commonwealth, y más recientemente, en el 2010, el escritor español Javier Marías le concedió el X Premio Reino de Redonda, “por la gran calidad de su obra de ficción, que refleja las ambigüedades y contradicciones de los individuos de nuestro tiempo, tanto bajo regímenes dictatoriales como democráticos, y por la perspicacia y profundidad de sus ensayos literarios, en los que ha rastreado y reivindicado algunas de las tradiciones novelísticas más importantes y sin embargo menos visibles”.

Ochenta y cuatro años, un tiempo finito en el que se mide la existencia de este poeta-filósofo de la levedad y la incertidumbre del yo, quien jamás utilizó la palabra “Checoslovaquia” en sus novelas, por parecerle muy joven, carente de belleza y de raíces en el tiempo, y a quien le debemos la revelación de que la levedad del ser es insoportable.